ESPARTACO: LA REBELIÓN DE LOS GLADIADORES, Arthur Koestler

espartaco-arthur-koestler-D_NQ_NP_682014-MLM26566228284_122017-F.jpgMucho antes de que la novela histórica se pusiera de moda ya se habían escrito grandes obras, algunas de ellas incomprensiblemente olvidadas y ninguneadas hoy en día. Una de ellas es Espartaco: la rebelión de los Gladiadores (1940), del húngaro Arthur Koestler.

Desde siempre me ha apasionado la historia antigua y la cultura clásica, así que era bastante joven cuando le hinqué el diente a esta novela (en la imagen, la portada de la edición que leí, la de Booket). Recuerdo que por entonces tenía un trabajo de noche en el aeropuerto y pasaba muchas horas leyendo. Un día, al regresar a casa, me di cuenta de que me había olvidado el libro en el trabajo, así que no dudé ni un momento en volver a por él, no fuese que alguien me lo birlara, lo cual era más que probable. Mi madre, con la cafetera en la mano, pensó que le estaba contando alguna excusa para largarme vete a saber dónde.

Así que recuperé la novele y terminé de leerla. Y me pareció excelente. Luego me entretuve en comparar lo que se contaba en ella con la historia del Espartaco real (del que realmente se sabe muy poco, y con la película de Stanley Kubrick, plagada de licencias artísticas. Años después llegó la serie de televisión, muy alejada de todo lo anterior y más centrada en asuntos más comerciales como el sexo y la sangre. En fin…

Es cierto que cuesta ponerse a leer esta novela sin que a uno le vengan a la mente imágenes de la película, ese Kirk Douglas con el torso descubierto repartiendo mandobles, pero si uno logra abstraerse descubre una novela maravillosamente escrita. Es justo señalar que el libro, aun siendo ficción, es mucho más fiel a la realidad histórica que la película, que en realidad se basa en una novela posterior, el Espartaco (1951) de Howard Fast. Un simple dato como ejemplo: Espartaco murió en el campo de batalla luchando contra las legiones romanas en el año 71 a.C. Su cadáver jamás fue encontrado. La famosa escena de «Yo también soy Espartaco» jamás tuvo lugar.

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Kirk Douglas encarnando a Espartaco en la película de Kubrick del año 1960.

Lo más destacado de la novela de Koestler es su afán por el realismo, aunque resulte imposible conocer los detalles cotidianos, los sentimientos y los pensamientos de gentes que vivieron hace dos mil años, por muchos textos que nos hayan llegado y muchos estudios que se hayan elaborado sobre estos temas. Pero el esfuerzo del autor, aunque tal vez no alcance el grado de excelencia de Santiago Posterguillo y otros, es intachable. La parte «documental» de la novela está muy bien lograda, en especial las descripciones de las costumbres, los modos de vida y la sociedad de la Roma tardorrepublicana.

Igual que en la película, el libro nos describe a Espartaco como a un héroe: valiente, honesto hasta la náusea, casi divinizado. En resumen, poco creíble. Supongo que detrás de esa imagen idealizada está la intención de subrayar las grandes ideas del libro: los conceptos de libertad y de justicia social en una época donde esas ideas eran muy diferentes de las que tenemos en la actualidad.

No sucede lo mismo con el resto de los personajes, como el bárbaro Crixus limpiándose los dientes con una pequeña rama después de cada comilona, o el poderoso Craso, que no es ese ser malvado que nos pinta la película, sino un tipo práctico y sin escrúpulos que mira por su negocio, sin importarle mucho cuanta sangre se derrame, sobre todo cuando se trata de la sangre de unos esclavos.

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Arthur Koestler (1905-1983)

También se refleja bien la crueldad de la época, la vida miserable de los esclavos, las atrocidades que siguen a cada batalla, cometidas por cualquiera de los dos bandos sin distinción. Volviendo de nuevo al realismo, no olvido la durísima escena de los esclavos encadenados, esperando su turno para ser crucificados junto a una calzada romana, su miedo y su desesperación (muchos se orinan, aterrorizados al escuchar los gritos de dolor de sus compañeros), descritas de una forma tan cruda y vívida.

El mito de la Revolución

Además de otras muchas cosas, también hay una lectura política en esta novela, no en vano el gladiador tracio ha servido de inspiración para muchos revolucionarios del siglo XX. Espartaco es, todavía hoy, un icono universal de la rebelión de los oprimidos contra los poderosos.

«Somos la mayoría -dijo Espartaco- y si les hemos servido es porque estábamos ciegos y no buscábamos razones, pero ahora que empezamos a hacernos preguntas, han dejado de tener poder sobre nosotros.»

Arthur Koestler, que fue un convencido militante comunista en los años 30 y que se llegó a jugar el tipo muchas veces, intenta reflejar esta suerte de «lucha de clases» en la época romana.

En un momento dado del relato Koestler se olvida de la exactitud histórica y se inventa un estado utópico y autosuficiente gobernado por los esclavos, el Estado del Sol. Aquí es donde el autor encuentra el marco adecuado para exponer su ideología y también sus pequeñas críticas a la misma: cada esclavo se encarga de una tarea según sus capacidades, se prohíbe la propiedad privada, las raciones de alimentos se reparten por igual… Pero para sostener este sistema Espartaco tiene que actuar con mano dura, imponer castigos y obligar a los «liberados» a trabajar tanto o más que antes.

Las dudas de Koestler debían ser serias ya que justo después de escribir Espartaco: la rebelión de los gladiadores se dio de baja del partido comunista alemán.

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