Escritores suicidas, los casos más famosos

Suicide_1877-81_440_381Malditos, obsesivos, atormentados, deprimidos… No existe un patrón de conducta o un perfil definido que sirva para clasificar a los escritores que se han suicidado a lo largo de la historia.

En cualquier caso, la figura del escritor suicida no sólo provoca horror y fascinación al mismo tiempo, sino que a menudo ha servido para que el creador literario se convierta en una leyenda. Este es un breve repaso por los más famosos:

Los mitos

En principio, la biografía y personalidad de Ernest Hemingway no parecen encajar con la de alguien que arroje la toalla fácilmente. Y sin embargo, es un hecho que el autor del El viejo y el mar o Adiós a las armas  intentó quitarse la vida hasta tres veces. La tercera, el 2 de julio de 1961, fue la definitiva: se disparó con una escopeta de caza en su casa de Ketchum, Idaho, mientras su mujer dormía en la habitación.

Escritores suicidas Ernest Hemignway
Ernest Hemingway (1899-1961)

Hay quien todavía hoy se aferra a la idea de que la muerte de Hemingway fue accidental, aunque sus antecedentes familiares (su padre, su hermana Ursula y su hermano Leicester también se suicidaron) parecen sugerir que este trágico final estaba escrito.

Tal vez no tan célebre, aunque sin duda mucho más espectacular, fue el suicidio del escritor japonés Yukio Mishima, un artista con un carácter complejo, obsesionado por la pureza y la belleza, nacionalista acérrimo y fascinado por la épica y la filosofía de los samuráis, es decir, por una idea de Japón que ya había dejado de existir en su época.

Escritores suicidas Yukio Mishima
Yukio Mishima (1925-1970)

Con estos mimbres, no cabía esperar de Yukio Mishima otra cosa que un suicidio teatral y fastuoso: el 25 de noviembre de 1970, él y un grupo de miembros de Tatekokai (una milicia llamada «sociedad del escudo» que él mismo había fundado), tomaron un cuartel militar en Tokio para alentar a sus compatriotas a rebelarse y restituir al Emperador a su lugar legítimo que ocupaba antes de la derrota de la II Guerra Mundial.

Probablemente Mishima ya contaba con el fracaso de aquella acción, más simbólica que otra cosa, así que no dudó en ejecutar su plan de suicidio siguiendo el ritual japonés del seppuku, que como es sabido consiste en clavarse una espada en el propio vientre hasta morir. Después uno de sus compañeros completó la ceremonia con su decapitación.

Suicidas en el exilio

Es famoso el suicidio de Stefan Zweig junto a su esposa en 1942, en su exilio brasileño de Petrópolis. El autor de El mundo de ayer estaba convencido de que los nazis ganarían la guerra y que dominarían el mundo. Un mundo en el que él no estaba dispuesto a vivir. Si sólo hubiera esperado un par de años más…

Escritores suicidas Stefan Zweig
Stefan Zweig (1881-1942)

Fue una decisión largamente meditada. Ambos dejaron sus asuntos arreglados antes de tomar una dosis de veronal, un potente barbitúrico. En una de sus cartas de despedida, Zweig dejó escrito lo siguiente:

«Ojalá puedan ver el amanecer después de esa larga noche. Yo, demasiado impaciente, me adelanto

Siempre que hablo de Zweig me viene a la cabeza el escritor húngaro Sándor Márai, al que le tocó sufrir la opresión de los nazis primero y de los comunistas después, esta última además durante muchos más años. En 1989, anciano, solo, deprimido y parcialmente ciego, sin ninguna esperanza en el futuro, se disparó en la cabeza en su casa de San Diego, California. Sólo unos meses después se producía la Caída del Muro de Berlín y el desplome del bloque soviético.

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Reinaldo Arenas (1943-1990)

También en el exilio murió Reinaldo Arenas, lejos de su querida Cuba. En realidad ya estaba condenado a muerte por el SIDA cuando decidió abandonar este mundo en 1990. Años antes, Arenas había tenido que emigrar a Estados Unidos huyendo de la persecución a la que era sometido por el régimen castrista a causa de su doble condición de homosexual y opositor.

EN su carta de despedida no se olvida de señalar al que, según él, fue el mayor responsable de todas sus desdichas: el dictador Fidel Castro:

«Al pueblo cubano tanto en el exilio como en la Isla le exhorto a que siga luchando por la libertad. Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de lucha y esperanza. Cuba será libre. Yo ya lo soy.»

Mentes atormentadas

Emilio Salgari, uno de los grandes de la literatura de aventuras, perteneció a una larga saga familiar de suicidas. Su padre se quitó la vida trece años antes de que él tomara la misma decisión fatal. Más adelante dos de sus hijos continuaron esta siniestra tradición.

Al parecer, hay que buscar las causas del suicidio de Salgari en 1911 en sus propios desequilibrios mentales y en los de su mujer. El autor de Los Tigres de Malasia eligió además una forma terrible de matarse: el seppuku, es decir, clavándose una espada en el vientre al estilo japonés (¡lo mismo que haría Mishima seis décadas después!). Con estas desabridas palabras se despidió de sus odiados editores:

«A vosotros, que os habéis enriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en una continua semimiseria o aún peor, sólo os pido que, en compensación por las ganancias que os he proporcionado, os ocupéis de los gastos de mis funerales. Os saludo rompiendo la pluma.»

Escritores suicidas Virginia Woolf
Virginia Woolf (1882-1941)

También Virginia Woolf, la escritora británica recuperada en los últimos tiempos como gran icono del feminismo, padeció entre otras cosas depresión y trastorno bipolar, lo cual le condujo finalmente al suicidio.

Profundamente abatida tras la destrucción de su casa en 1941 después de uno de los muchos bombardeos alemanes sobre Londres, se puso un abrigo, llenó los bolsillos de piedras y se arrojó a las frías aguas del río Ouse. Su cuerpo fue hallado tres semanas más tarde.

Antes de suicidarse, Virginia Woolf dejó una emotiva nota dirigida a su marido:

«Toda la felicidad de mi vida te la debo a ti. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirlo —todo el mundo lo sabe. Si alguien podía haberme salvado habrías sido tú. Todo lo he perdido excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir arruinando tu vida durante más tiempo. No creo que dos personas pudieran ser más felices que lo que hemos sido tú y yo.»

La lista de escritores suicidas es realmente larga: John Kennedy Toole, Cesare Pavese, Jack London, Primo Levi Cabe preguntarse si todos ellos dejaron pistas en sus obras que pudieran servir de anuncios de lo que más tarde sucedería. En cualquier caso, seguramente nada podría haber evitado su final.

Recomiendo este excelente libro de Pere Rojo donde se profundiza más en este fascinante tema y se recopilan muchos más casos:

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16 comentarios en “Escritores suicidas, los casos más famosos

  1. Muy buen artículo! no sabía de Reinaldo Arenas, qué pena. Tampoco de Emilio Salgari.
    En Argentina hubo dos escritores, contemporáneos entre sí y que incluso tuvieron una relación de amistad: Alfonsina Storni, poetisa, se internó en el mar en la ciudad balnearia de Mar del Plata y Horacio Quiroga, un escritor que recomiendo, de la línea de Edgar Alan Poe, se mató tomando cianuro (le pasó de todo en la vida, pobre)
    Saludos

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  2. Los escritores se suicidan por muy diversos motivos, obviamente, pero uno importante de ellos es por darle demasiadas vueltas a la cabeza, ese rumiar del pensamiento, y eso no es sano.

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  3. A los casos comentados de Argentina habría que agregar el de Alejandra Pizarnik, una original poeta que se quitó la vida a los 36 años. No sabía que Sándor Márai también hubiera elegido el mismo fin. Terminé hace poco de leer una novela de él que recomiendo: El último encuentro. Alfonsina es conocida fuera del ámbito literario por una zamba cuya letra -escrita por un historiador- sintetiza uno de sus últimos poemas en donde preanuncia su fatal decisión.

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  4. De entre miles investigué mas de cien escritores suicidas, también sus obras, llegue a la conclusión de que ellos, con su manera de pensar y alabar la negatividad de la vida «comieron y bebieron sus propios juicio». Comprendí que todo en nuestra vida posee la naturaleza de la semilla. El que siembra cosecha, incuestionablemente.

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