PATRIA, Fernando Aramburu

libro-1497861734.jpgMucho he tardado en decidirme a escribir esta reseña, no porque Patria (2016), de Fernando Aramburu no sea merecedora de atención y toda clase de elogios, sino porque el tema de la novela, abordado por el autor con una honestidad y valentía que por desgracia ha estado ausente en muchos otros escritores vascos contemporáneos, todavía hoy resulta doloroso.

A mí me resulta imposible ser neutral o equidistante con esta cuestión. Por suerte o por desgracia he conocido a familiares de víctimas de ETA y comparto con ellos la rabia y la frustración, no sólo ya por los crímenes cometidos, sino por todo lo que han tenido que soportar (desprecio, burla, indiferencia, manipulación) y que tan bien se refleja en este magnífico libro.

Había que escribir un libro como Patria y Fernando Aramburu lo hizo. La historia que cuenta es terrible, desgarradora y triste. Los personajes son ficticios, pero todo lo demás es por desgracia real. El retrato de una sociedad «envenenada por el nacionalismo», parafraseando a Stefan Zweig.

Y claro, un retrato tan crudo no podía ser del agrado de todos, sobre todo del de los especialistas en mirar hacia otro lado, esos que suelen poner a víctimas y verdugos en el mismo saco.

Fernando Aramburu
Fernando Aramburu

Los detractores de la novela (los de siempre, no nos engañemos) acusan a Aramburu de simplificar la cuestión, caricaturizar a los personajes y trazar una línea arbitraria entre buenos  malos. Se equivocan: no es Aramburu quien trazó esa línea, sino otros, que a menudo se disfrazaron de sensatos y moderados, mientras alimentaban el odio desde la sombra:

“Les meten malas ideas, y como son jóvenes, caen en la trampa. Luego se creen unos héroes porque llevan pistola. Y no se dan cuenta de que, a cambio de nada, porque al final no hay más premio que la cárcel o la tumba, han dejado el trabajo, la familia y los amigos. Lo han dejado todo para hacer lo que les mandan cuatro aprovechados. Y para romperles la vida a otras personas, dejando viudas y huérfanos por las esquinas.”

Se trata de una tragedia coral, donde hay un asesinado (uno de tantos que hubo), un «mal vasco» acusado de traidor por la organización al negarse a pagar el impuesto revolucionario a la banda armada. Porque según los códigos del nacionalismo, el vasco o el que sea, no hay espacio para los dubitativos: o estás con ellos o contra ellos. Y si estás contra ellos, queda justificado todo lo que se decida hacer contra ti.

También hay un asesino, que en el fondo no es más que un pobre diablo cegado por el odio que le ha sido inoculado desde niño: en la ikastola, en el bar del pueblo, en la iglesia… Una marioneta que también acaba con la vida arruinada.

ETA Hipercor

Y en medio, entre la víctima y su verdugo, familias rotas, amistades truncadas, vidas traumatizadas. También está el silencio cobarde y cómplice de la mayoría, que ya sea por miedo o por pura mezquindad acaba dando la espalda a las víctimas. El sucio fruto del nacionalismo. Pero sobre todo está ese repugnante personaje, don Serapio, el cura del pueblo, representación de lo peor de la iglesia vasca, la que durante años ha estado justificando el terrorismo usando gestos amables y argumentos perversos.

«Ya verás como nos echan en cara a las víctimas que nos negamos a mirar hacia el futuro. Dirán que buscamos venganza. Algunos ya han empezado a decirlo.”

También hay un mensaje, una escapatoria:

“Tú lee todo lo que puedas. Reúne cultura. Cuanta más, mejor. Para que no caigas al agujero en el que están cayendo muchos en este país.”

Pero sobre todo el tema de Patria es la necesidad del perdón, ofrecido sinceramente y aceptado sin reservas, como único bálsamo para cerrar heridas, aunque no para reparar los daños. Y ese perdón como cúspide de la novela se alcanza en la última escena, en las últimas líneas, con el abrazo silencioso de dos mujeres vascas.

En el aspecto técnico cabe resaltar que los capítulos son cortos, lo cual hace que la lectura sea muy ágil. Al final de la novela hay un pequeño glosario de términos en euskera, verdaderamente interesante para un friki de los idiomas como yo. En este sentido, hay un detalle que no quiero dejar de comentar: el uso erróneo del pretérito imperfecto de subjuntivo, sustituido por el condicional, un «deje» que yo desconocía y que luego he podido comprobar que es bastante habitual en el castellano hablado en tierras vascas.

Después de leer Patria escuché una entrevista a Aramburu en la que explicaba cómo había trabajado en la estructura de la novela, procurando que todos los personajes tuvieran el mismo espacio y protagonismo, aunque el lector acaba escogiendo por sí mismo a sus personajes favoritos, todos ellos imperfectos, es decir, reales.

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Siempre gana el olvido

Para concluir, no puedo hacer más que recomendar la lectura de Patria a todo el mundo, especialmente a los jóvenes que por fortuna han podido crecer sin desayunar por las mañanas con noticias de coches bomba y tiros en la nuca en nombre de la libertad de un pueblo presuntamente oprimido.

Ahora a muchos el nombre de ETA les suena a otra época, a agua pasada. Pero  la herida sigue sangrando aún, y me temo que el odio que hizo posible que el monstruo naciera y creciera, se sigue sembrando día a día.

“— Algún día no muy lejano pocos recordarán lo que pasó.
— No te hagas mala sangre. Es ley de vida. Al final, siempre gana el olvido.”

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11 comentarios en “PATRIA, Fernando Aramburu

  1. Buena reseña, me gusto patria pero sobre ese tema prefiero otros libros y desde luego el marketing ha hecho el resto, me gustan más la crudeza de Portela en sus libros, en algunas fases siendo un bien libro se me hace lento.

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