La extraña desaparición de Agatha Christie

agatha_christie_joven-r6d549ed26fc3469382dddf200bb73957_xvuat_8byvr_540Hace unos días vi un documental muy interesante sobre la vida de Agatha Christie. En él tuve noticia de algo que desconocía por completo: en el año 1926 la «reina del crimen», cuya fama estaba empezando a despuntar, desapareció sin dejar rastro durante once días, dando pie a todo tipo de rumores.

Durante esa semana y media se llegó a pensar que podría haber sido secuestrada o incluso asesinada. Ese agujero negro en la biografía de la autora sigue siendo aún hoy un misterio que despertó mi curiosidad, así que me puse a buscar información sobre el caso.

Aquel año Agatha Christie acababa de publicar su sexta novela, El asesinato de Roger Ackroyd. Mientras su carrera como escritora marchaba viento en popa, su vida personal atravesaba un momento difícil. Su esposo, Archibald, le había anunciado su intención de divorciarse para poder casarse con su amante. Él culpaba a la escritora del fracaso de su matrimonio, acusándola de anteponer su profesión a su propia familia.

La noticia hundió a Agatha Christie, que ya andaba baja de moral tras el reciente fallecimiemto de su madre.  Aquel golpe la acabó de desestabilizar.

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La huida

Así, la noche del viernes 3 de diciembre de 1926, Agatha Christie dio el beso de buenas noches a su hija Rosalind, de 7 años de edad, y dejó una carta a su secretaria personal con instrucciones de que cancelara todas sus citas para el día siguiente. Luego se puso al volante de su Morris Cowley y abandonó su casa de Berkshire en mitad de la noche.

Al día siguiente, el coche fue hallado junto a un estanque, con los faros encendidos, pero sin rastro alguno de haber sufrido un accidente. En el interior, la policía encontró algunos de sus efectos personales, su abrigo de piel y su permiso de conducir. Todo demasiado extraño. Fue en ese momento cuando saltaron todas las alarmas.

El área fue peinada por más de mil agentes y cerca de 15.000 voluntarios; el estanque fue drenado… Pero el cuerpo de la escritora no apareció.

La prensa de la época (que no era más morbosa que la de ahora) se hizo eco de la historia dando rienda suelta a todo tipo de especulaciones. ¿Se trataba de un suicidio? ¿Un secuestro tal vez? ¿Un asesinato por encargo de su esposo, Archibald Christie?

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¿Y si se trataba de una desaparición voluntaria? En los periódicos aparecieron montajes fotográficos de Agatha Christie con sombrero, con gafas o con el pelo corto. Se ofreció una recompensa de 100 libras esterlinas a quien pudiera aportar una pista fiable sobre el paradero de la escritora. Incluso el mismísimo Arthur Conan Doyle (ferviente seguidor de la doctrina espiritista) recurrió a un medium de confianza, que le aseguró que la escritora seguía viva y no tardaría en reaparecer.

El fin de la escapada

El 14 de diciembre de 1926, en la localidad de Harrogate, en el norte de Inglaterra, una banda de jazz se disponía a empezar su número en la sala del Swan Hydropathic Hotel. De repente, el saxofonista creyó reconocer a la autora sentada entre el público. ¿Era realmente ella?

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El Hotel Swan en Harrogate, donde Agatha Christie se escondió durante once días en 1926

Cuando su todavía esposo llegó desde Londres para recogerla, Agatha Christie pareció no reconocerle. Para añadir más confusión, los investigadores comprobaron que se había registrado bajo el nombre de Theresa Neele, ¡el mismo nombre que la amante de Archibald! Después de las comprobaciones de rigor, se subió al automóvil de su marido y emprendió el viaje de regreso a casa sin dar más explicaciones.

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¿Qué había sucedido en aquellos once días? Hay quien dice que la autora de Asesinato en el Orient Express y otras muchas novelas célebres pretendió «dar una lección» a su marido, asustarle de algún modo. Otros en cambio afirman que Agatha Christie padeció un shock emocional causado por la noticia del divorcio que, sumado al estrés y la depresión, dio como resultado una especie de amnesia temporal.

La segunda hipótesis parece menos creíble que la primera, pero muchos (los fans de la reina del crimen) prefirieron aferrarse a ella y así disimular un comportamiento de su ídolo literario que podría ser tachado de un tanto inmaduro.

Hoy resulta imposible saber qué sucedió realmente, pues Agatha Christie se llevó ese secreto a la tumba.

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