rubias peligrosas

RUBIAS PELIGROSAS, Jean Echenoz

Todas las novelas de Jean Echenoz, por raras que puedan ser a veces, son una garantía de entretenimiento. Rubias peligrosas (1995) no parecía, de entrada, plantear una trama muy interesante. Sin embargo, esa forma tan peculiar de narrar del autor francés siempre me acaba ganando.

Paul Salvador es un productor de programas de televisión que decide contratar a un equipo de espías para tratar de averiguar el paradero de Gloire Abgrall (de nombre artístico, Gloria Stella). Ella es una rubia imponente, ex estrella del mudo del cine y la música. Una celebrity que un buen día se alejó de los focos de la fama y desapareció misteriosamente sin dejar pistas.

Salvador la quiere recuperar para su próximo y extravagante proyecto audiovisual, que versa sobre las mujeres rubias, catalogadas aquí casi como una especie diferente. Incluso hay a lo largo del libro un curioso afán taxonómico en clasificar a las rubias en diferentes tipos o categorías. Es probable que, de haber escrito esta novela hoy, a Echenoz le habrían acusado de «cosificar» a la mujer.

Sin embargo, eso sería injusto porque, contradiciendo el mito, Gloire no es el prototipo de «rubia tonta», todo lo contrario. De hecho, los que acaban siendo ridiculizados (o algo peor en algunos casos) son los perros de presa que tratan de seguir sus huellas por el mundo: Francia, Australia, India… Haría falta algo más que un acta de matrimonio para editar en Word para cazar a tan escurridiza mujer.

El inconfundible estilo Echenoz

Más allá de la trama, lo que hace brillar a esta novela es la manera de narrar de Echenoz, que muchos adoran y otros tantos detestan. Los comentarios aparte dirigidos al lector (marca de la casa) resultan refrescantes y, a veces, incluso nos pueden sacar una sonrisa. Un ejemplo aquí, en el que detiene la narración para volverse hacia el lector y compartir una pequeña confidencia:

«Como está sola, no hay nadie que la mire. Aunque, francamente, podría arreglarse un poco»

Echenoz incorpora además un recurso surrealista que funciona bastante bien: Béliard, el homúnculo. Este aparece de forma intermitente como una especie de ángel de la guarda que aconseja o abronca a Gloire, según lo que convenga. En algunos momentos sus conversaciones recuerdan un poco a las de un matrimonio no demasiado bien avenido.

Les grandes blondes no es un thriller ni una novela de misterio. Tampoco es una comedia, aunque contiene un poco de cada uno de estos tres géneros. Con sus habituales artificios y trucos narrativos, la emoción va subiendo a medida que avanza la historia. Pero toda la poesía y la imaginación se desvanecen en las últimas páginas (sospecho que intencionadamente) y Echenoz nos hace bajar bruscamente del barco, dejándonos varados en un desenlace un tanto prosaico. Ha sido un viaje agradable, aunque desconcertante.

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