Me recomendaron este pequeño libro a modo de lectura fresca para el verano. Lo cierto es que Mitos errantes (2023), de Tommaso Braccini, plantea una tesis interesante sobre lo que conocemos como «leyendas urbanas» desde una perspectiva histórica. Y la cuenta de una forma bastante amena.
Básicamente, es un estudio que revela que esas historias como la de los cocodrilos que viven en las alcantarillas de Nueva York, la chica de la curva que se aparece a los conductores en mitad de la noche o la de personajes famosos como Elvis que siguen vivos y han sido vistos en los lugares más increíbles no son más que adaptaciones contemporáneas de historias muy antiguas.
Braccini busca en antiguos textos griegos y romanos, bucea en crónicas de la China milenaria y encuentra historias sorprendentemente similares. Con eso pretende demostrar que los mitos están en nosotros y que los vamos adaptando según la época que nos toca vivir.
Suena interesante, sin duda. Y divertido. Sin embargo, Mitos errantes es una lectura que, en mi opinión, no hay que tomarse demasiado en serio. Por mucho que encanten por las anécdotas de griegos y romanos, hay que advertir al lector de que no estamos ante un estudio histórico o antropológico serio y riguroso. Eso sí, es una lectura que vale perfectamente para pasar un rato entretenido y aprender unas cuantas cosas.
Por otra parte, muchos de los ejemplos e historias que se citan en Miti vaganti se centran en Italia, país natal del autor. Eso supone que los lectores no italianos puedan sentirse perdidos ante guiños y referencias que no entienden. Un detalle menor, pero que no deja de tener su importancia.
Mitos, mentiras y verdades
Pero lo peor no es eso. En su afán de meter todas las historias contadas en el cajón de la superstición y la conspiranoia, el autor se autoerige como portavoz de verdades absolutas. Demasiado atrevido para mi gusto.
Por desgracia, a lo largo de la historia, sucesos que han sido etiquetados de bulos se han revelado con el tiempo como verdaderos. No hay que irse muy lejos: recuerdo las «armas de destrucción masiva» de Saddam Hussein antes de la Guerra del Golfo. Quien no creyera esa mentira (nunca hubo pruebas, pero bastaba con la suposición), era tachado poco menos que de terrorista. Por supuesto, las armas nunca aparecieron. Cuando se supo, todo el pescado ya estaba vendido.
No, no todo se puede meter en el mismo saco. No vale igualar a la chica de la curva y el terraplanismo con las dudas legítimamente planteadas acerca de las versiones oficiales de los gobiernos de turno y las organizaciones internacionales, siempre manejadas desde la oscuridad y sujetas a determinados intereses (ahí está la Pandemia y todo lo que pasó). Son cosas totalmente distintas que, lamentablemente, el autor mezcla de forma deliberada, puedo imaginar con qué intenciones.

Hola, Daniel. Este parece el típico libro en el que un autor se limita a los casos coincidentes con su tesis y huye de los que la contradicen. Coincido totalmente con lo que dices en la última parte sobre mitos, mentiras y verdades. Excelente reseña. Saludos 🙂
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Hola Juan,
Me alegra mucho leer tu comentario, porque solo por decir cosas tan evidentes como estas he llegado a tener problemas con amigos e incluso familiares. Hay que huir de la conspiranoia y de las supersticiones, pero de ahí a tragar con cualquier cosa que nos vendan en la tele…
¡Un saludo!
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¡Hola! Siempre me gustaron las leyendas urbanas, por lo que comentabas me parecía un libro entretenido pero no se si me gustara que pongan al mismo nivel al terraplanismo y la pandemia.
El peor defecto de la gente que hace esta clase de libros o contenido en general es creerse demasiado sus teorías, por lo visto Braccini cae es en ese grupo.
Eso si parece una buena lectura veraniega por su ligereza. ¡Saludos!
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Hola Noctua,
A pesar de todo, es un libro entretenido, pero con la cantidad de mentiras que nos colaron con la pandemia, no me parece correcto que el autor tenga esa actitud.
Ah, por cierto: felicidades por los 7 años de tu blog 🙂
Un saludo,
Daniel
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