Durante mucho tiempo, en mis años de lector bisoño y adolescente, Arturo Pérez-Reverte fue mi escritor favorito. Con el paso del tiempo, pude constatar como la calidad de sus novelas iba en descenso (es una opinión muy personal), alcanzando su punto más bajo en El Pintor de Batallas (2006).
Pero hoy no es esa la cuestión a tratar. Nos vamos a los mejores tiempos del novelista Pérez-Reverte, cuando todavía era un ex-reportero de guerra que probaba suerte en el mundo de las letras, lejos aún de convertirse en un miembro de la RAE. De aquella época dorada escribió, entre otros fantásticos libros, El Maestro de Esgrima.
Esta novela, publicada en el año 1988, nos traslada al Madrid de mediados del siglo XIX donde un maestro de esgrima llamado Jaime Astarloa se gana la vida enseñando a los aristócratas de la capital a manejar el florete y defenderse en los duelos a espada. Una profesión que se me antoja un tanto demodé incluso para aquellos años. Todo cambiará cuando entre en escena la joven Adela de Otero, que también pretende recibir clases de esgrima. Y hasta aquí contaré, para no destripar más de la historia.
Trama policíaca
Tengo entendido que el autor ha sido en ocasiones muy criticado por recurrir con demasiada frecuencia a las descripciones demasiado detalladas (queriendo decir aburridas) del oficio de la esgrima. A mí no me pareció así, es más, esas prolijas descripciones, para nada gratuitas o irrelevantes, despertaron cierto interés sobre un mundo del que yo desconocía todo y que me pareció muy interesante. Lo mismo me pasó cuando, años después, cayó en mis manos La Carta Esférica (2000).
Como sucede en la mayor parte de los trabajos de Pérez-Reverte, la ambientación histórica está muy cuidada, fruto sin duda de un detallado trabajo de documentación. No obstante, más que una novela histórica lo correcto sería definir a El Maestro de Esgrima como una novela policíaca.

Puede que la trama sea un tanto simplona y predecible,como dicen los haters de Pérez-Reverte, aunque esto es opinable, pero no cabe duda de que la historia está muy bien contada con unos personajes muy bien trabajados. Este último aspecto es el que hace tan atractivas las primeras novelas de este autor y que, en mi opinión, alcanza su máxima expresión en El Club Dumas (1993).
Los detractores de El Maestro de Esgrima se olvidan de mencionar aspectos como el reflejo del trasfondo político de la obra, el estilo intencionadamente realista tan propio de la época en que transcurre la trama y el delicioso detalle de titular cada uno del los capítulos con el nombre de un movimiento del arte de la esgrima. EN este sentido, no me resisto a reproducir una de las elegantes e inspiradoras instrucciones de Jaime de Astarloa, de profesión maestro de esgrima:
«Y recuerden, la empuñadura se sostiene como si tuvieran un pájaro en la mano, con suavidad para no aplastarlo, y con firmeza para que no eche a volar»
Cabe destacar también que el periódico El Mundo incluyó esta obra en su lista de las 100 mejores novelas en español del siglo XX. Yo no las he leído todas (ellos tampoco, os lo aseguro), peor en principio podría estar de acuerdo.
La película
No nos engañemos: casi todas las adaptaciones cinematográficas de las novelas de Arturo Pérez-Reverte dejan mucho que desear. Sin embargo, este caso es tal vez una excepción.
El film fue dirigido por Pedro Olea y cuenta con una buena dupla de actores en los papeles protagonistas: Assumpta Serna y Omero Antonutti. La cuidada ambientación de ese Madrid, revuelto de las jornadas en las que se gestaba una «la Gloriosa Revolución» y la subida al trono de España de Amadeo de Saboya, definitivamente hace honor al texto en el que se basa.
Sinceramente, cuando uno se atreve a ver una película basada en un libro que has leído y que encima te ha gustado, el listón está muy alto. Generalmente, uno suele salir defraudado, pero eso es algo que a mí no me ocurrió. ¿Puede haber mayor elogio?
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