Hace ahora quince años, la Guía de supervivencia zombi (2003), de Max Brooks, inauguraba una nueva edad de oro para este subgénero dentro de la literatura de terror y ciencia ficción. De repente, las novelas de muertos vivientes invadieron las librerías. Se publicaban como churros. Buenas y malas, no importaba: había que saciar la «sed de zombis» del público.
Una de ellas fue esta: La ira de los ángeles (2010), de Alden Bell, cuyo título original es The reapers are the angels. Lo adelanto: no figurará jamás entre las mejores, pero aún así la voy a reseñar.
Para ser exactos, esta novela se sitúa en el manido escenario del apocalipsis zombi: sin explicar los motivos, los muertos han salido de sus tumbas y han llevado al mundo al caos.
La protagonista, Temple, ya ha nacido en este mundo arrasado y no tiene ningún recuerdo de cómo era la vida antes. Sólo tiene quince años pero está perfectamente adaptada a sobrevivir en territorio hostil, con la muerte siempre al acecho y sin poder confiar en nadie. Ella sabe guardarse bien de las «babosas» (así llaman a los zombis en la novela) pero también de la maldad de los humanos.
Precisamente defendiéndose de un intento de violación, mata al hombre que le agrede y desata la ira de Moses, el hermano del muerto, que la persigue para consumar su venganza.
Una narración lena de altibajos
Para ser justo, la historia tiene cosas buenas pero hay otras que por desgracia arruinan un trabajo bien hecho. Ya al comienzo de la novela se encuentra uno con algunos párrafos que se parecen sospechosamente a los de La Tierra permanece. Un ejemplo:
«Hay otras ciudades, pero siguen son mostrar signos de vida normal. Empieza a imaginarse que ella es la única persona que ha quedado en el planeta rodeada de todos esos pellejos. En tal caso, lo primero que haría sería buscar un mapa y recorrer el país para hacer turismo. Empezaría por Nueva York y después se aventuraría a recorrer todo el camino hasta San francisco, Podría encontrar un perro callejero o domesticar un lobo y hacerle que se sentara a su lado y sacara la cabeza por la ventanilla.»
Tal vez se trate de un pequeño homenaje o un guiño a la magistral novela de George R. Stewart, porque después la historia se va por otros derroteros, pero a partir de ese momento al lector se le encienden las señales de alarma.
La narración avanza, aparecen los personajes principales y la trama parece bien dibujada. La estancia de Temple y el «bobo» Maury en casa de los Grierson, protegida como una fortaleza y donde el tiempo parece haberse detenido, da mucho juego. Pero no puede detenerse allí, ha de proseguir su huida atravesando paisajes infernales. En este sentido, la historia se parece un poco a La Carretera, de Cormac McCarthy. Seguro que el autor se inspiró en muchos aspectos de esta novela para escribir la suya, aunque el resultado final obtenido es muy inferior.
Sin duda lo más destacable de La ira de los ángeles son las descripciones de ese mundo desolado y terrible, con imágenes que ponen los pelos de punta:
«Las hordas, en la oscuridad de la noche urbana iluminada sólo por los faros del coche, descienden por todas partes y chocan unos contra otros como gusanos en la panza de un gato muerto, la más penosa y degenerada manifestación de una humanidad asolada en una Tierra asolada».
También me gustó la forma en la que se describe el estatus de las «babosas», que en cierto modo me recordó (salvando las distancias y con todo el respeto del mundo) al de las personas que sufren Alzheimer. El padre de los Grierson, convertido en zombi, vive en el sótano de la casa, encerrado como un monstruo. Uno de los hijos suplica a Temple que acabe con su vida:
«-Tienes que hacerlo. Eres la única que puede. Es una crueldad y una vergüenza tenerlo encerrado de ese modo. Mi padre era un hombre bueno… un tipo decente. Es una vergüenza, no se merece eso.»
Pero todo se va al traste cuando Alden Bell se saca de la manga unos seres mutantes que nadie sabe de dónde salen ni qué hacen realmente. ¿Pero esto qué es? Una cosa es dar un giro sorprendente a la narración y la otra meter un pegote sin sentido. Confieso que a partir de ese momento mi interés por la novela casi desapareció, aunque hice un esfuerzo sobrehumano para seguir leyendo hasta el final.
Al parecer, a partir de este título Alden Bell ha construido una saga, conocida como «saga reapers». Lo comento por si alguien tiene interés en seguirla. Yo no lo haré.
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Vaya, has tocado uno de mis temas favoritos. Creo que la leeré, pero, si la novela es como dices, no prometo acabarla. Gracias por la reseña.
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Sí, este no es precisamente de los mejores. Me esperaba otra cosa, la verdad.
¡Un saludo y gracias a ti por tu comentario!
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