Tal y como explicó en su día el propio Camilleri, para escribir la sexta novela de la saga Montalbano se inspiró en un artículo de prensa de su amigo Ciccio La Licata. En esa lectura se encuentra el germen de El olor de la noche (2001).

Tanto el artículo como la novela nos hablan de uno de esos timadores profesionales que se hacen ricos con estafas piramidales y que acaban desapareciendo con los ahorros de los pobres ingenuos que se han dejado seducir por la promesa del dinero fácil.

Muchos vecinos de Vigata han caído en la trampa. De mala gana, el comisario Montalbano se pone a trabajar para dar con el criminal, Emanuele Gargano, al que todos buscan para ajustarle las cuentas.

La única persona que de forma incomprensible sigue confiando en el timador es su antigua secretaria, Maristella Cosentino. Ella se aferra a la idea de que todo es un error. Está convencida de que Gargano volverá y restituirá el dinero que se ha llevado.

Además de Gargano también ha desaparecido su socio, Giacomo Pellegrino. Pero en cambio la suya no parece una desaparición voluntaria, puesto que este último estaba construyéndose una lujosa villa en el pueblo. ¿Está la larga mano de la mafia detrás de este feo asunto?

En L’odore della notte nos encontramos a Salvo Montalbano en plena batalla con su amada Livia, esta vez enfurecida a cuenta de un jersey que ella le ha regalado y que él ha echado a perder sin remedio.

Destaco un pasaje emotivo y divertido a la vez, cuando el comisario visita la villa de Pellegrino, aún en obras. Al comprobar que durante los trabajos ha sido arrancado de la tierra un olivo milenario, un viejo árbol por el que el comisario sentía veneración, le invaden una pena y una rabia infinitas.

«Aquella Sicilia que desaparecía día a día, hecha de tierra ávara de verdor y de hombres ávaros de palabras».

Por un momento, Montalbano se pasa al lado de los delincuentes y apedrea las vidrieras de la casa como vendetta. Al comisario «le duele» Sicilia.

El olor de la noche es una novela fácil de leer y dotada de una trama muy entretenida, sobre todo para los que ya han leído los anteriores títulos y conocen a los personajes. Montabano no defrauda, ni en sus métodos ni en sus gustos gastronómicos. Y al final de la novela, con el caso ya resuelto, vuelve a él la sensación  de haber alcanzado un punto de inflexión en su vida: el comienzo de la vejez.

«Es un juego trucado, el de los recuerdos, en el cual siempre terminas perdiendo».

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