EL PRÍNCIPE DESTRONADO, Miguel Delibes

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Siempre es una delicia leer cualquier cosa escrita por Miguel Delibes. Hoy toca hablar de una novela corta, aparentemente sencilla, pero cargada de matices.

El príncipe destronado (1973) lleva el título del síndrome que los psicólogos infantiles usan para explicar la aparición de los celos en los niños después del nacimiento de un nuevo hermano.

En este caso el «príncipe» es Quico, un niño de cuatro años que vive en el seno de una familia acomodada en el Madrid de los años 60.

El planteamiento narrativo sumamente original: toda la historia transcurre en un sólo día, desde la mañana hasta la noche, y el escenario es el piso donde vive Quico con su familia y las mujeres del servicio doméstico. Cada capítulo corresponde a una hora del día.

Quico es el hilo conductor en todo momento. Él nos devuelve al mundo infantil, del que todos provenimos, lleno de imaginación, inocencia, maravillosos descubrimientos e ilusiones, pero también poblado de miedos e inseguridades.

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El tema de los celos aparece sólo puntualmente. Yo, que tengo hijos, creo que las reacciones de Quico respecto a su hermanita son de lo más normal y desde luego nada exageradas.  Aún así, en la novela su tía Cuqui lo defiende ante su madre:

«Este niño necesita un cariño especial, Merche. No olvides que hasta hace poco era el rey de la casa. Es el príncipe destronado, ¿oyes? Ayer, todo para él; hoy, nada. Es muy duro, mujer».

Aparentemente, en la casa no sucede nada, pero encontramos dibujadas de forma magistral un sinfín de historias y un ramillete de personajes a través de los cuales Delibes ejecuta un acertado retrato social de la época: una España en desarrollo, pero que sigue arrastrando las viejas heridas de la guerra y con una mentalidad todavía muy diferente a la de nuestros días.

Todo transcurre en el mismo escenario (salvo algunas brevísimas salidas al exterior), lo cual da al texto un formato casi de obra teatral.

Quico pasa casi todo el día con las criadas: la Vítora, cariñosa y solícita, y la vieja Domi, interesada y cotilla. También con su hermana pequeña Cris y con su hermano Juan, que ese día se libra de ir al cole por un catarro y se pasa casi todo el tiempo enfrascado en la lectura de un tebeo del Capitán Trueno.

El padre, figura que representa el machismo y el autoritarismo propio de aquellos años, sólo aparece de forma breve para acabar chocando de forma bastante agria con su esposa, la madre de Quico. El conflicto matrimonial es evidente, aunque los pequeños no son conscientes de lo que sucede.

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Fotograma de «La guerra de papa (1977), adaptación de la novela al cine de la mano de Antonio Mercero.

Hay que recordar que la novela transcurre en el año 1963. El padre, claramente afín al régimen franquista, se jacta de «haber ganado la guerra». Quico sueña con emular las gestas de su padre y combatir en «la guerra de papá». De esa expresión salió precisamente el título de la adaptación cinematográfica de la novela.

Como es habitual en Delibes, el estilo es sencillo, elegante y delicado. La expresividad de Quico en su forma de actuar y de hablar, propia de un niño de su edad, está magníficamente lograda. Sin duda, lo mejor de la novela. Un ejemplo de ello es esta conversación con su hermano Juan:

—Me voy a escapar de esta casa.

—¿Sí?

—Sí.

—¿Dónde, Juan?

—Donde no me peguen.

—¿Cuándo, Juan?

—Esta noche.

—¿Te vas a escapar esta noche de casa, Juan? (…)

—Haré cuerdas con las sábanas y las ataré y me marcharé por el balcón.

—¿Como los Reyes, Juan?

—Como los Reyes.

Quico pestañeó varias veces y, al cabo, dijo abriendo una amplia sonrisa:

—Yo quiero que los Reyes me traigan un tanque.

En El príncipe destronado hay momentos de humor, pero la música de fondo es la de un drama de baja intensidad, con un matrimonio fallido, una infidelidad insinuada y un conflicto generacional en ciernes.

No soy un lector imparcial, a mí me encanta Miguel Delibes. Por eso sólo puedo describir esta novela como una pequeña maravilla.

5 comentarios en “EL PRÍNCIPE DESTRONADO, Miguel Delibes

  1. Sí, de verdad, es una de aquellas cosas que te dejan huella. Venía a visitarnos a la casa de la excavación de vez en cuando. Creo que un hijo suyo quería estudiar arqueología. Esto señor hablaba de ua manera sencilla, clara, definida. Era para escucharlo con atención, de veras. Y ese castellano que usaba era formidable además. No fardaba, no le hacía falta. Era modesto. En fin…

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