Se estima que actualmente en Japón hay unos 500.000 cristianos. Aunque parece una cifra muy grande, solamente representa el 0,5% de la población total. Lo que sí resulta asombroso es que esa religión lejana y extraña pudiera echar raíces allí.
Y es que los misioneros jesuitas portugueses, a quien hay que apuntar este tanto, no lo tuvieron fácil. La novela Silencio (1966), de Shūsaku Endō, refleja precisamente las dificultades a las que ellos se enfrentaron, en una época, allá por el siglo XVII, en el que el cristianismo fue perseguido de manera encarnizada.
El padre Sebastián Rodrigo, junto a su compañero el padre Garpe, llega a las costas del sur de Japón clandestinamente. Su objetivo: dar con el padre Ferreira, del que no hay noticias desde hace meses y del cual comentan las lenguas maliciosas que ha apostatado. También viajan para dar esperanza a los cristianos japoneses perseguidos por el gobernador Inoue, obligados a renunciar a su fe y a demostrarlo pisoteando imágenes sagradas.
«Barcos amenazados en la tormenta… Así deben sentirse ahora los cristianos japoneses».
Les introduce en el país un japonés cristiano llamado Kichijiro, uno de los personajes más curiosos de la novela, que se mueve entre la lealtad y la traición, y que despierta sentimientos encontrados en el lector.

Los métodos aplicados por Inoue para erradicar el cristianismo de sus tierras son brutales y despiadados. Rodrigo cree estar mentalmente preparado para soportar el martirio, pero allí se encuentra con algo peor: la muerte y la tortura de los pobres campesinos que han abrazado la fe cristiana. El chantaje es terrible: morirán más inocentes hasta que Rodrigo apostate.
Esta situación le sume en una profunda crisis espiritual y existencial. ¿Qué sentido tiene todo ese sufrimiento? ¿Realmente eso es lo que Dios quiere?:
«Algo distinto, aún más espantoso: el silencio de Dios (…) Esta tierra negra del Japón estalla de gemidos cristianos, corre la sangre roja de los misioneros y se van derrumbando las torres de las iglesias. Dios tiene delante a las víctimas de este horrible sacrificio inmoladas a él, y aún continúa en silencio».

Silencio es una novela histórica, aunque portadora de una pesada carga teológica que se expone en el doloroso diálogo entre Ferreira y Rodrigo, ambos derrotados y cautivos del gobernador.
«—Este país es una ciénaga (…) Plantas cualquier arbolillo y las raíces empiezan a pudrirse, amarillean las hojas y se seca. Nosotros plantamos en esta ciénaga el cristianismo…»
Endō no escribió esta novela desde la perspectiva de un historiador. Él fue uno de esos cristianos japoneses, fruto del «árbol» plantado por aquellos jesuitas portugueses siglos atrás. Aun así, el mensaje de Silencio se aleja del proselitismo y ahonda en reflexiones muy complejas sobre la Fe y el mismo concepto de la religión. Una lectura fascinante, sin duda, sea uno creyente o no.
Una novela muy interesante seas creyente o no, como bien dices. No he visto la película de Scorsese todavía. Lo tiene difícil para hacer justicia al libro. Saludos 🙂
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Yo tampoco he visto la película. Tengo entendido que se recrea mucho en las escenas violentas. Espero que eso no eclipse la esencia de la historia, que eso a veces sucede en el cine, ya sabes.
¡Un saludo!
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A mí me pasa locontrario: he visto la película (muy buena, muy dura) pero no he leído el libro. Sinceramente, no creo que me anime a leerlo, por muy inspiradora que sea tu reseña, que lo es.
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Bueno, yo sí me animaré a ver la peli en cuanto tenga ocasión. Aunque solamente sea para comparar.
Un saludo.
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