Estos días he tenido la ocasión de leer una curiosa novela titulada Y el tiempo se paró (2022). Desde aquí le doy las gracias a su autor, Balta Infante, que muy amablemente me la hizo llegar.
El título me hizo pensar inevitablemente en una historia de ciencia ficción, pero creo que esa etiqueta no se ajusta exactamente a esta lectura. Y eso que en esta novela hay robots, trajes espaciales y hasta un viaje al planeta Mercurio.
La acción se inicia durante una noche de verano, mientras nuestro protagonista, Baru, contempla la lluvia de estrellas de las Perseidas. Entonces algo inexplicable sucede en el mundo. Algo que tiene que ver con una terrible profecía revelada por su abuelo tiempo atrás.
Para salvar el mundo, Baru viajará a Mercurio en busca de una de las siete estrellas que podrían librar a la Tierra de su fatal destino. Allí descubre una singular civilización robótica, en algunos aspectos muy parecida a la sociedad humana, aunque muy distinta en otros.
Tanto el estilo narrativo como el propio relato están impregnados de una pátina naïf que me da a entender que esta es una novela destinada a lectores muy jóvenes. Aunque se detallan las peculiaridades físicas del planeta del sistema solar más cercano al Sol, su lenta rotación o sus extremos cambios de temperatura, es probable que un lector de ciencia ficción exigente y adulto eche en falta más explicaciones científicas que puedan aportar la necesaria dosis de realismo al relato.
Sin embargo, es justo señalar que Y el tiempo se paró es mucho más que un simple cuento para niños. A través de las reflexiones calladas de Baru y de sus conversaciones con el robot B-16 (extraña e ingenuamente «humano»), se plantean numerosas reflexiones acerca de nuestra propia sociedad, el espíritu humano, la conciencia ecológica y el futuro de la especie. Asuntos muy sesudos que tal vez nos aburrirían si fueran presentados con otro formato más convencional.
Hay algo de esta novela que recuerda inevitablemente a El Principito. Y también un poquito a algunos libros de Julio Verne. Esto debe interpretarse inequívocamente como un elogio. Algunas veces se pueden decir grandes cosas con mensajes aparentemente sencillos. Y, desde luego, Balta Infante tiene mucho que decirnos. Mucho de lo que expone en su obra es fruto de sus viajes, lecturas y experiencias. Una suerte de toma de conciencia que ha cristalizado en este singular relato.
Diría que esta es la primera de una serie de futuras novelas, ya que la titánica labor de Baru no ha hecho más que comenzar. Dejo más abajo el enlace para quien desee conocer esta aventura de la que sin duda se pueden extraer lecciones muy interesantes.