yo claudio

YO, CLAUDIO, Robert Graves

Hace algún tiempo, Babelio pidió la opinión de algunos blogueros para diseñar una lista colectiva para coronar a la mejor novela histórica. No me costó mucho decidir mi voto. Sin dudarlo, elegí Yo Claudio (1934), la maravillosa creación de Robert Graves.

En aquel ranking la novela quedó en segunda posición, por detrás de Los pilares de la Tierra, aunque en mi corazón siempre estará en lo más alto del podio. Tanto es así que le he reservado el honor de protagonizar la reseña número 300 de Humilde Lector.

«Yo, Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico, esto, lo otro y lo de más allá (porque no pienso molestarles todavía con todos mis títulos en este momento), conocido hasta hace poco por mis amigos y parientes como Claudio el idiota, o Ese Claudio, o Claudio el tartamudo, o Clau-Clau-Claudio, o como mucho, El pobre tío Claudio, me dispongo hoy a escribir la extraña historia de mi vida».

Robert Graves y yo

Ya advierto de entrada que no soy en absoluto imparcial a la hora de hablar de Robert Graves. Como muchos otros, yo conocí la serie de televisión de la BBC antes que la novela. Yo era sólo un niño entonces. Por suerte, después tuve la excelente idea de atreverme a tomar el libro en mis manos y disfrutar de esta maravilla.

Ca n’Alluny, la Casa de Robert Graves en Deià (Mallorca)

Aquello me hizo caer en una suerte de fiebre «gravesiana». Las estanterías de mi casa se llenaron con muchas de sus obras, que leí y releí con fruición: dos viejos volúmenes de Los mitos griegos o La Diosa blanca, entre otras.

Graves pasó gran parte de su vida en Mallorca. Por razones de trabajo, voy mucho a Deià, el pueblo que eligió para pasar más de la mitad de su vida. Allí se encuentra la famosa Casa de Robert Graves, convertida hoy en museo, y la discreta tumba donde el escritor descansa, en ese pequeño y encantador cementerio con magníficas vistas al Mediterráneo, el mismo que él tanto adoró.

Ficción histórica, no un tratado de Historia

Yo, Claudio es una grandiosa novela histórica escrita en forma de autobiografía. Quien nos cuenta todo es el mismísimo emperador Claudio, ya en el ocaso de su existencia. Su relato, que se remonta a tiempos anteriores a su nacimiento y abarca los primeros años del Imperio Romano, es también el de su propia familia, la dinastía Julio-Claudia, un árbol (como él mismo la describe) que da frutos dulces y frutos amargos.

yo claudio
Imagen de la serie de TV «Yo, Claudio» (1976): a la izquierda, John Hurt en el papel de Calígula y a la derecha, Derek Jacobi como Claudio.

Se ha dicho en más de una ocasión que Graves fue un gran novelista, pero un mal historiador. Y es que la narrativa de esta novela es en gran parte ficticia, por mucho que esté basada en los textos de Suetonio y Tácito. Por desgracia, no a todos los autores se les exige tanto como a él. Y eso que hay algunos nombres consagrados del género que han dado sonados patinazos. Por mi parte, ego absolvo a Robert Graves. Y tengo mis razones.

Por ejemplo: el hecho de que todos tengamos una imagen demasiado positiva de Claudio y, en cambio, una muy negativa de su abuela Livia no es por culpa de Graves. La responsabilidad no es suya, sino nuestra, por no leer Historia. Por otra parte, ¿hasta qué punto nos podemos fiar de la historiografía latina? Los Doce Césares de Suetonio, sin ir más lejos, es una obra que carece de rigor histórico. Se trata más bien de una recopilación de cotilleos, sin duda jugosos y entretenidos, pero cuya veracidad es, en muchos casos, cuestionable.

Un relato maravilloso

Lo mejor de Yo, Claudio es la forma en la que Graves nos presenta todo: los personajes, el escenario histórico, la trama… No solamente construyó un personaje eterno, sino que con su estilo sencillo y elegante nos descubrió una Roma que ha servido de modelo a muchos escritores posteriores que han cultivado este género.

«He hecho muchas cosas impías —ningún gran gobernante puede hacer otra cosa—. He puesto el bien del Imperio antes de todas las consideraciones humanas. Para mantener el Imperio libre de facciones he tenido que cometer muchos crímenes.»

Basta con echar un vistazo a sus primeras páginas para que el lector quede atrapado. Claudio rememora su visita a la Sibila, en Cumae, durante su juventud. Allí, la profetisa se burla cruelmente de su tartamudez, pero después le revela que en el futuro recibirá un regalo que todos codician menos él (el imperio) y le transmite una profecía inquietante: cuando pasen mil novecientos años, Claudio el tartamudo por fin hablará claro.

Claudio interpreta el mensaje de la Sibila a su manera y asume la misión de escribir la historia prohibida de su familia, que permanecerá oculta hasta que alguien, casi dos mil años más tarde, la saque por fin a la luz. Además, decide escribirla en griego, pues está seguro de que ese seguirá siendo el principal idioma literario del mundo, incluso cuando hayan pasado dos milenios. ¿Cómo no caer enamorado esta novela después de leer algo así?

9 comentarios en “YO, CLAUDIO, Robert Graves

  1. «La comida de los centauros», de Robert Graves también, es uno de mis textos favoritos. Vi «Yo, Claudio» en su momento, que me dejó un recuerdo imborrable. Quizás por eso he demorado la lectura del libro. Entiendo que haya quien critique la falta de rigor histórico, pero hasta donde alcanza mi entendimiento la ficción siempre se ha servido de mentiras para contar verdades. Gran reseña, las citas son difícilmente mejorables. Lo apunto para mis próximas lecturas. Enhorabuena por las 300 reseñas, un número que también remite a las grandes gestas de la Antigüedad. Saludos 🙂

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    1. Tienes razón, Juan: 300 es un número de gran poder evocador 🙂
      No he leído «La comida de los centauros», pero voy a tener que hacerlo. Más allá de la serie, magnífica y con grandes actores, no me cansaré de proclamar que Robert Graves es un grandísimo autor. A mí me emociona. Cuando estaba redactando la reseña me entraron unas ganas irrefrenables de volver a leer el libro. Pero me temo que eso ya sería un comportamiento casi obsesivo. ¡Saludos!

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