Hace unos años me animé a empezar a leer las aventuras del Comisario Montalbano. Hasta ese momento yo ni siquiera sabía que existía un escritor siciliano llamado Andrea Camilleri, ni que su famoso personaje de ficción ya había conquistado la televisión con una exitosa serie que también ha llegado a España.
Fue tras escuchar un programa de radio en la que comentaban los éxitos del viejo Camilleri, al que le había llegado la fama como literato con más de 70 años cumplidos, cuando realmente me decidí.
Vi que ya había una veintena de novelas publicadas, así que por una vez en la vida hice las cosas de forma ordenada y me agencié La forma del agua (1994), la primera de la serie. Desde entonces me he convertido en un auténtico fan de la saga. Tal vez no sea alta literatura, pero es una lectura entretenida e interesante, una curiosa variante de la novela negra clásica salpimentada con toques de humor. Me encanta.
El Comisario Montalbano
Salvo Montalbano trabaja en la comisaría de Vigatà, en la provincia de Montelusa, en Sicilia. Estos lugares no existen en la realidad, pero aunque el propio Camilleri se cura en salud añadiendo al final de cada novela un párrafo donde insiste en que todo lo narrado es pura ficción, todo el mundo sabe que estas localidades se corresponden con las de Porto Empedocle y Agrigento.
Vive en una casa junto a la playa, en Marinella, aunque su novia, Livia, es genovesa. Con ella mantiene una relación a distancia complicada y tormentosa. Montalbano es un policía heterodoxo pero brillante y honesto, aficionado a la literatura, glotón incorregible y con un humor cambiante, unas veces irascible y otras sarcástico.

El universo de Montalbano se enriquece con otros personajes que aparecen en casi todas las novelas de la serie con mayor o menor protagonismo. Por mencionar sólo a los más importantes citaré a sus compañeros de comisaría Mimi Augello, Fazio y el desternillante Catarella, al doctor Pasquano y su humor de perros, a la fidelísima Adelina, al jefe superior Bonetti-Alderighi, y a la desinhibida y despampanante amiga sueca de Montalbano, Ingrid. Todos ellos pueblan las páginas de la serie y completan un puzzle que encaja a la perfección.
Un muerto en el aprisco
Pero basta con la introducción. Hablemos un poco de La forma del agua. La historia empieza con el hallazgo del cadáver de un importante político y empresario dentro de su coche, en un aprisco (palabreja que se le resiste bastante a Ingrid), en una postura bastante indecorosa. Y aunque Pasquano certifica que la causa de la muerte es un ataque al corazón, el testimonio de dos prostitutas lo cambia todo. Montalbano empezará a tirar del hilo y descubrirá que detrás de aquella extraña muerte hay mucho más. Hasta aquí contaré.
Yo tenía unos diez años. Un día vi que mi amigo había puesto en el borde de un pozo un cuenco, una taza, una tetera, una caja cuadrada de lata… Había llenado de agua y observaba con atención. «¿Qué estás haciendo?», le pregunté. Y él, a su vez, me hizo una pregunta: «¿Cuál es la forma del agua?». «¡Pero si el agua no tiene forma!», le dije, riendo: «el agua toma la forma que se le da».
¿Qué decir de esta novela? Pues más o menos como todas las de la serie: no es una obra maestra, pero no importa. Cuando uno se sienta a leer las aventuras del comisario Montalbano sabe que se lo va a pasar bien. En la serie hay algunas novelas más logradas que otras, como es lógico, pero ninguna defrauda.
Montalbano y Pepe Carvalho
No es un secreto, pues Camilleri, confeso admirador de la obra de Manuel Vázquez Montalbán, lo ha explicado muchas veces: el apellido del comisario es un homenaje al escritor español. Por otra parte, Salvo Montalbano comparte ciertos rasgos de la personalidad de su «hijo literario», el detective Pepe Carvalho.
Y me voy a atrever a decirlo: he leído casi todas las novelas de la serie Montalbano y también varias protagonizadas por Carvalho, algunas de ellas magníficas, así que he podido comparar. Que me perdonen los entendidos, pero yo me quedo con el siciliano.
En todo caso, bendita sea la inspiración que Vázquez-Montalbán ejerciera sobre el bueno de Camilleri. De no ser por ella, probablemente el comisario Salvo Montalbano nunca habría nacido.
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tiene algo que ver con la pelicula de benicio del toro ?
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Nada que ver.
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