EL LADRÓN DE MERIENDAS, Andrea Camilleri

9788498385618Sigo reseñando todas y cada una de las novelas de la serie Montalbano, las cuales he devorado y sigo devorando con fruición. Y continúo en estricto orden cronológico. Así que hoy le toca el turno a El ladrón de Meriendas (1996), publicada el mismo año que El perro de Terracota.

En esta ocasión, nuestro comisario se encuentra con dos asesinatos: un tunecino con un tiro en la cabeza y cuyo cadáver arrojado al mar, y un comerciante jubilado que aparece muerto en el ascensor de su casa. Dos crímenes aparentemente inconexos hasta que se descubre que el viejo mantenía una relación con una joven tunecina llamada Karima… Y de ese hilo tira Montalbano para descubrir una trama insospechada.

Como ya he dicho, no puedo ser imparcial a la hora de juzgar las novelas de Andrea Camilleri porque, a pesar de no ser «alta literatura», son muy entretenidas. Te enganchan desde el primer momento y no están exentas de esos toques de ironía tan sicilianos del autor:

«Cinco coches que había en el garaje se han achicharrado. Después le han pegado un tiro a uno que se llama Filippo Quarantino, pero han errado y han dado, en su lugar, en la ventana de la señora Saveria Pizzuto, que se ha pegado tal susto que la han tenido que llevar al hospital. Después ha habido otro incendio, seguramente provocado, un incendio con fuego. En resumen, comisario, tonterías, bromas, cosas sin importancia.»

Pero esta vez el desenlace de laaventura va a afectar a Montalbano más de lo que él hubiera deseado. Y es que entra en escena un personaje nuevo que, parece ser, se va a quedar en su vida.

Papá Montalbano

Este personaje es François, el hijo de Karima. El pequeño despierta la compasión y ternura del comisario, aunque éste insiste en refugiarse bajo su máscara de tipo duro. Livia, su eterna novia a distancia, sigue con su presión psicológica para que él se comprometa más con la relación. Además, también se encariña de François, lo cual va a precipitar los acontecimientos de un modo inesperado. ¿Asumirá Montalbano, siempre celoso de su libertad e independencia, un nuevo rol de papá?

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Imagen de «El ladrón de meriendas» en la serie de TV (muy buena, aunque las novelas son mucho mejores)

Por lo demás, en Il ladro di merendine nuestro comisario se nos sigue revelando como un glotón incorregible, con sus visitas a la trattoria seguidas de sus paseos por el puerto para hacer la digestión y reflexionar:

«Montalbano tardó media hora larga en comerse los salmonetes, en parte porque quería saborearlos tal como se merecían…»

Y también como nuestro cicerone en ese pequeño universo mágico y terrible llamado Sicilia, tan diferente al resto de Italia:

«Era la amistad siciliana, la auténtica, la que se basa en lo tácito, en lo que se intuye: a un amigo no hace falta pedirle nada, es el otro el que automáticamente comprende y actúa en consecuencia.»

Por lo demás, no faltan los personajes secundarios habituales, todos y cada uno de ellos aportando su granito de pimienta, con un Catarella como siempre desternillante, y una dosis de crítica social, esta vez centrada en el drama de la inmigración ilegal y todas las injusticias y abusos que se producen a su alrededor. Un tema al que Camilleri regresará en las siguientes entregas de la serie.

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