Muchos escritores han sido también grandes aficionados al ajedrez (y alguno que otro incluso un gran maestro en el llamado «juego de reyes»). Gracias a la conjunción de sus dos grandes pasiones: el mundo de la literatura y el de las 64 casillas, han visto la luz magníficas novelas. Esta es una selección de las mejores:
La defensa (1930), Vladimir Nabokov
La defensa cuenta la historia de una pasión que se transforma en obsesión, pero narrada de una forma magistral y cautivadora. El mismo autor describió su propia obra como “la historia de un jugador de ajedrez aplastado por su propio genio”.
¿Cuánto hay de autobiográfico en esta obra de Nabokov? Al igual que Luzhin, el protagonista de la novela, Nabokov también nació en una acomodada familia noble de San Petersburgo, transcurriendo su infancia y parte de su juventud en los últimos años de la Rusia zarista para exiliarse más tarde con su familia a Alemania.
Nabokov fue autor también de una curiosa obra llamada Poems and Problems, formada por cincuenta y tres composiciones poéticas y dieciocho enigmas de ajedrez.
Lee aquí la reseña de La defensa.
Novela de Ajedrez (1941), Stephan Zweig
Una pequeña gran novela del gran escritor y pensador austriaco. Pequeña por su brevedad (es una novelita corta) pero grande en muchos otros sentidos.
Sin desvelar demasiado acerca de la trama, se puede decir que el protagonista es un personaje misterioso que abandona de su Viena natal huyendo de la policía secreta nazi.
A bordo del barco que lo lleva a tierras americanas se suceden los hechos que nos mostrarán quién es este hombre y por qué sabe tanto de ajedrez.
Quien conozca la historia de Zweig (ver Escritores suicidas, los casos más famosos) sabrá encontrar algunas respuestas.
Las casillas de la ciudad (1965), John Brunner
El autor de la monumental Todos sobre Zanzíbar escribió esta curiosa novela de ciencia ficción ambientada en la imaginaria ciudad de Vados en un futuro no muy lejano.
Al final del libro, el propio autor explica que la trama está concebida para reproducir una de las más famosas partidas de ajedrez de la historia: la Steinitz-Chigorin disputada en el año 1892 en La Habana.
Visto así, cada personaje sería una pieza del tablero, cada acción o movimiento, una jugada…
Quizá los más eruditos en la materia sabrán determinar si esto es así o si se trata, como en su momento dijeron los detractores de Brunner, de un truco para dotar a la novela de cierta pátina intelectual impostada.
Gambito de reina (1983), Walter Tevis
Los buenos aficionados al ajedrez suelen hablar muy bien de esta novela, donde se narra la historia de Beth Harmon, una niña con talento especial para el «noble juego» y su ascenso hasta la gloria de este deporte.
Pero el precio del éxito es caro. Tevis describe de una forma muy viva el mundo del ajedrez por dentro, con todo lo que tiene de obsesivo y exigente, presentándonos diversos perfiles de jugador con sus actitudes ante el tablero que son, en cierto modo, un reflejo de nuestras actitudes en la vida.
Ahora que el feminismo y todas sus variantes vuelve a estar en boga, no es mal momento para recuperar esta magnífica historia protagonizada por una mujer y que se aleja de tópicos facilones.
El Ocho (1988), Katherine Neville
Una mezcla de novela histórica y relato de misterio (con su inevitable dosis de esoterismo) es la propuesta literaria que nos brinda Katherine Neville con El Ocho.
La novela, que transcurre de forma paralela entre los siglos XVIII y XX, tiene como epicentro el Ajedrez de Montglane, algo más que un objeto de anticuario, pues su tablero y sus trebejos esconden secretos y poderes insospechados.
Existe una segunda parte, llamada El fuego (2008), una novela de calidad inferior, aunque supongo que se trata de una cuestión de gustos. Desde luego si ya no te gustó la primera parte, ni lo intentes con la segunda.
La tabla de Flandes (1990), Arturo Pérez-Reverte
Ya he comentado alguna vez por aquí que, salvo alguna excepción, las primeras novelas de Arturo Pérez-Reverte me parecen las mejores de su bibliografía. Este es un buen ejemplo.
Un cuadro de Peter Van Huys titulado «La partida de ajedrez» va a ser subastado. Pero pocos saben que el pintor ha escondido un mensaje secreto en esa partida que aparece en el óleo.
No hace falta ser un experto en ajedrez para disfrutar de La tabla de Flandes, aunque si se está familiarizado con el juego, la lectura resulta aún más interesante, especialmente para los fans del autor, que encontrarán aquí el estilo y la prosa que tan famoso le han hecho.
La variante Lüneburg (1993), Paolo Maurensig
Conocí la existencia de esta novela gracias al podcast El Rincón del Ajedrez, que todo buen aficionado al juego debería seguir.
Hans es un joven jugador que viaja por Europa acompañado de su maestro, el cual le insta a responder al Gambito de Dama de las blancas con una atrevida variante que implica el sacrificio de un caballo y que, aparentemente, conduce al caos y la derrota. O no.
Filosofía, psicología, venganza… Todo se mezcla en esta novela muy bien escrita y que, salvo algunos pasajes donde el ritmo se ralentiza, merece la pena leer.
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Leí hace mucho tiempo «El ocho» y la de Stephan Zweit, pero me llevo anotada la de Pérez Reverte, que estoy segura de que me gustará mucho más que su Falcó 😉
Gracias 🙂
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Hola Ana,
Yo en cambio no he leído (todavía) las novelas de Falcó, pero están en mi interminable lista de «pendientes». ¡Tanto por leer y tan poco tiempo!
Un saludo.
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¡Qué interesante! Solo he leído un par de novelas de la lista. Nunca hubiera imaginado que hubiera tantas que están de algún modo relacionadas con el juego de ajedrez. Esto me ha hecho recordar una obra de Georges Perec «La vida, instrucciones de uso» que en cierto modo también está relacionada con el ajedrez. Cuenta la historia de los habitantes de un edificio. El edificio funciona a modo de tablero de ajedrez y el narrador se mueve por él siempre haciendo los movimientos del caballo, sin pasar dos veces por la misma casilla. Un saludo, Daniel
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No conocía ese libro de Perec. Parece interesante, me lo apunto. ¡Un saludo!
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Para enriquecer esta biblioteca de ajedrez, recomiendo «El Peón», de Paco Cerdá. Breve e intensa a partir de la experiencia de nuestro niño prodigio, Arturito Pomar.
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Hola Pere. Queda anotado, gracias.
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