LA PESTE BLANCA, Frank Herbert

libro_1442306622Cuando se menciona a Frank Herbert todo el mundo piensa inevitablemente en Dune, su obra maestra. Sin embargo, durante su corta pero prolífica vida, este autor tocó otros temas dentro de la ciencia ficción. Uno de los títulos más curiosos de su carrera es La peste blanca (1983).

La trama empieza con un brutal atentado del IRA en Irlanda contra población civil el 20 de mayo de 1996. Entre las víctimas mortales están la esposa y los dos hijos pequeños del biólogo molecular John Roe O’Neill.

Cual Conde de Montecristo moderno, O’Neill planeará una venganza terrible contra los tres países que considera culpables de la muerte de sus seres queridos: Irlanda, el Reino Unido y Libia.

«John recordaría ese momento como el principio de la rabia que iba a consumir su vida entera (…) Lo pagaréis. Os lo aseguro . Lo pagaréis. Y no hubo en su mente duda alguna de lo que iba a hacer para hacérselo pagar».

La venganza consiste en diseñar una enfermedad sin cura, de contagio imparable y solamente mortal para las mujeres. El nombre de The White Plague se debe a las manchas blancas que aparecen en la piel de las víctimas antes de morir.

Sin pretenderlo realmente, O’Neill, a quien la prensa ha bautizado como «el Demente», ha desatado el caos mundial, pues la enfermedad no entiende de fronteras ni de nacionalidades. Si mueren todas las mujeres, el futuro de la especie es la extinción (lo que recuerda vagamente el argumento de Hijos de los hombres, de P.D. James). Cunde el pánico y las naciones no dudan en recurrir a los métodos más expeditivos para frenar la plaga, desde el cierre de fronteras hasta el uso de armas atómicas.

Bajo una identidad falsa O’Neill regresa a Irlanda, un país devastado, para ofrecer sus servicios como biólogo molecular y con la intención de sabotear cualquier trabajo que se desarrolle allí para encontrar una cura. Pero los irlandeses sospecharán de él desde el primer momento…

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Frank Herbert (1920-1986)

La historia del drama de O’Neill y su apocalíptica venganza es contada de forma paralela a la lucha desesperada de las diferentes naciones por combatir la plaga. Se narran escenas dantescas de destrucción de ciudades y países. Si el mundo sobrevive, no se parecerá en nada a lo que fue antes de la enfermedad.

La «peste blanca» también tiene importantes repercusiones sociales. Las mujeres son un bien escaso y valioso, pues en ellas reside la esperanza de supervivencia de la Humanidad. Por ejemplo la novela sugiere, ya en sus últimas páginas, que la poliandria se volverá obligatoria.

Dentro del protagonista conviven dos personalidades: la del viejo y resentido O’Neill y la del impasible impostor O’Donnell. En la narración, el salto continuo entre ambos es más confuso que interesante. En cuanto al resto de los personajes de su aventura irlandesa, el padre Michael Flannery y el agresivo Joseph Herity, a mí particularmente me resultaron poco creíbles. Apenas un pretexto del autor para expresar sus ideas filosóficas a través de ellos.

Lo diré ya: esta novela tiene un comienzo espectacular y plantea una historia fascinante, pero va perdiendo interés a medida que avanza el relato. ¿Dónde está el error? Demasiadas páginas, una narración espesa, diálogos interminables y que no conducen a ningún sitio, un ritmo demasiado lento… Es la «marca de la casa» del autor, que desde luego no se cuenta entre mis favoritos.

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