Se puede ser buen escritor y a la vez mala persona. Hay muchísimos ejemplos. Sin embargo, el caso que traigo hoy a este blog lleva esta afirmación al extremo, porque el personaje en cuestión es un sujeto llamado Jack Unterweger.

Seguro que muchos de los que pasan por aquí ya conocen la historia de este siniestro personaje: violador y asesino en serie austríaco que llegó a acabar con la vida de hasta doce mujeres, todas ellas prostitutas.

Pido disculpas de antemano por si algunos de los detalles que explico a continuación son demasiado desagradables.

En 1971 Unterweger fue condenado a cadena perpetua después de haber estrangulado a una prostituta con su propio sujetador. En su declaración explicó que lo había hecho  porque la joven le recordaba a su madre: «Creí ver a mi madre delante de mi y  la maté». Por este acto fue a parar a la cárcel y allí fue donde descubrió su talento literario.

Poemas desde la prisión

En la prisión, Unterweger escribió cuentos, poemas y obras de teatro donde mostraba su lado más sensible y una sorprendente pericia en el oficio de las letras.

También se atrevió con una autobiografía titulada Fegefeuer («Purgatorio»). De forma asombrosa estos textos encontraron lectores al otro lado de los muros de la cárcel y Unterweger acabó siendo un autor muy leído e incluso admirado. Tanto que dos Premios Nobel, Günter Grass y Elfriede Jelinek llegaron a solicitar su indulto.

Las presiones surtieron efecto porque, lejos de cumplir la cadena perpetua, Unterweger fue liberado en 1990, convertido en un ejemplo a nivel nacional del éxito del programa de rehabilitación de reos de la República de Austria. El asesino había mutado en escritor, el demonio era ahora un ángel arrepentido. De este modo, su presencia en charlas y programas de televisión se convirtió en algo habitual.

Pero en realidad lo único que había hecho Unterweger fue engañar a todo el mundo.

El gran engaño

La mente monstruosa de este tipo debió disfrutar con su nueva identidad, que le permitió compaginar su actividad cultural con sus correrías criminales sin levantar ninguna sospecha.

Contratado por una revista austríaca para escribir acerca de un crimen sucedido en la ciudad de Los Ángeles, Unterweger viajó a Estados Unidos donde cometió nuevos y horribles crímenes. Tres prostitutas fueron violadas salvajemente y estranguladas, de nuevo con sus propios sujetadores. La «marca de la casa» de este asesino.

Unterweger fue finalmente arrestado por el FBI a principios del año 1992 en Miami. Poco después fue extraditado a Austria donde fue juzgado por once asesinatos y encontrado culpable. El 29 de junio de 1994 fue sentenciado de nuevo a cadena perpetua, esta vez sin posibilidad de redención.

Esa misma noche se suicidó en su propia celda ahorcándose con una soga hecha con los cordones de sus zapatos.

Sin entrar a valorar la calidad literaria del personaje (no he leído nada de él excepto algunos fragmentos sueltos), lo que parece claro es que Unterweger fue un gran cínico capaz de escribir cosas como esta:

«Ningún tema es más poético que la muerte de una mujer hermosa. Hay una edad en la que una mujer debe ser hermosa para ser amada, y hay una edad en la que una mujer debe ser hermosa para ser bella «.

Es cierto que el asesino engañó a todo el mundo y el único responsable de sus crímenes, pero… ¿No tienen parte de culpa en esta historia quienes se dejaron engañar y propiciaron su liberación? Desde los intelectuales que abogaron por su perdón hasta el director de la prisión que declaró no conocer a «nadie más preparado para su reinserción en la sociedad que Unterweger». Seguro que todos ellos cargan con eso sobre sus conciencias.

…

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