1984, George Orwell

91SZSW8qSsLA todos nos han hecho alguna vez esa estúpida pregunta de «¿qué libro te llevarías a una isla desierta?». Ninguna persona sensata sería capaz de responder con un sólo título.

Sin embargo, si hay que seguir el juego, yo siempre he pensado que en mi selección de 10, 20 ó 100 que se me permitiera cargar en mi maleta o lector de e-book, no podría faltar 1984, de George Orwell.

No me atrevo a decir que es el mejor libro que he leído (de hecho, he leído otros literariamente mejores), pero sí puedo afirmar que es uno de esos libros que me marcó profundamente la primera vez que lo leí. Y la segunda también.

Así que no se me ha ocurrido nada mejor que dedicarle la que es ya la reseña número 100 de este humilde blog.

Cuando el libro apareció en 1949 mucha gente lo recibió como una nueva invectiva contra la Unión Soviética (que ya había sido el blanco de la crítica mordaz de Orwell en su magistral Rebelión en la granja unos años antes). Pero las intenciones del autor británico iban más allá. No era sólo el comunismo lo que se denunciaba en esta obra, sino al totalitarismo llevado en su novela hasta las últimas consecuencias.

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Fotograma de la adaptación al cine de la novela, con el gran John Hurt como protagonista.

La reina de las distopías

Dentro de la tríada de grandes distopías de la literatura universal (de la que forma parte junto a Un mundo feliz de Aldous Huxley y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury), ésta es sin duda la mejor y la más aterradora. La DISTOPÍA en mayúsculas.

Lo más grandioso de 1984 es que su mensaje es más profundo y revelador a medida que pasa el tiempo. Lo era cuando  fue escrita y lo es aún hoy.

Winston Smith es el protagonista de esta asfixiante novela; el Londres del año 1984 (que cuando se escribió la novela parecía un futuro lejano) es el escenario. El apartamento donde vive está, como el de todo el mundo, sometido a la eterna vigilancia de una pantalla a través de la cual, como se proclama los carteles, «el Gran Hermano te está observando». 

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(Big Brother. Gran Hermano. Me niego a comentar aquí la prostitución que la telebasura ha hecho de este concepto.)

En este estado totalitario, inhumano y opresivo, el Ministerio de la Paz se ocupa de la guerra; el Ministerio del Amor mantiene la ley y el orden; por último, el Ministerio de la Abundancia se encarga de los asuntos económicos.

Winston trabaja en el Ministerio de la Verdad, regido como el resto de ministerios y aparatos del partido-estado por estos tres lemas:

La guerra es paz

La libertad es esclavitud

La ignorancia es fuerza

Allí se manipula la historia y se borra de ella todo lo que no interesa. Si algo no está escrito, es que jamás ha existido. Eso es algo que ya sabían los tiranos de la Antigüedad, aunque nunca dispusieron de los poderosos recursos del Ministerio de la Verdad para llevar a cabo la tarea de aniquilar la memoria.

«Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro».

Neolengua

Ni siquiera el lenguaje se libra de la mano perversa del ministerio, que acuña nuevos términos y expresiones (la Neolengua o Newspeak) para controlar la mente de los ciudadanos-esclavos a fin de poder someterlos mejor. ¿Acaso no suena muy actual todo esto?

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A sabiendas de que se juega la vida, Winston se entregará a un romance prohibido, una vía de escape ante el tedio, el miedo, la locura. Pero la Policía del Pensamiento se interpondrá. Hay una denuncia anónima (en esta Inglaterra distópica incluso los hijos denuncian a los padres), y el siniestro personaje de O’Brien se encargará de doblegar la voluntad de nuestro protagonista utilizando salvajes y sibilinos métodos de tortura en la infame Habitación 101.

El mismo O’Brien le explica al desdichado Winston cómo es la sociedad que están moldeando:

“En nuestro mundo no habrá emociones, excepto el miedo, la ira, el triunfo y la humillación… Hemos cortado los vínculos entre niño y padre, entre hombre y hombre, y entre hombre y mujer. Ya nadie se atreve a confiar en una esposa, un hijo o un amigo. Si quieres una imagen del futuro, imagina una bota pisoteando un rostro humano… Incesantemente».

1984 tiene tantos mensajes e interpretaciones que su lectura pone los pelos de punta. He oído decir por ahí que esta obra no era una novela, sino un manual de instrucciones. Y la verdad es que muchos gobiernos de todo el mundo parecen haberse inspirado en los métodos de manipulación que en ella se describen.

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Leyendo 1984 uno descubre que, lamentablemente, mucho de lo que la novela cuenta se puede aplicar a la realidad que nos rodea. Algunos ejemplos:

Yo he visto como desde los mass media se nos ha ido adoctrinando por ejemplo para que dedicásemos los «dos minutos de odio» de rigor a determinado personaje. También he visto cómo se nos trata de convencer de que «Eurasia ya no está en guerra con Oceanía» cuando sólo unos años antes ellos mismos nos decían lo contrario.

En cuanto a la neolengua, veo constantemente cómo los medios de (des)información nos bombardean con nuevas palabras y conceptos con el único fin de dirigir nuestra opinión hacia una determinada dirección.  A veces ni siquiera hace falta crear nuevos términos, basta sólo con pervertir el significado de los que ya existen.

Lo peor es que todo esto sucede de forma lenta y silenciosa, apenas sin causar controversia. Uno se acostumbra a recibir estos mensajes hasta en la sopa y acaba normalizándolos y aceptándolos sin cuestionarse nada. Entonces ya está, el trabajo está hecho.

«Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos de… nosotros».

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George Orwell (1903-1950)

Orwell sabía de lo que hablaba. Él, luchando como voluntario durante la Guerra Civil española en las filas republicanas, ya se dio cuenta de que «en la guerra, la primera víctima es la verdad». El mundo actual también está en guerra (siempre lo está) y las palabras son armas muy peligrosas, que pueden confundirnos y enfrentarnos.

¿De verdad alguien se atreve aún a afirmar que 1984 es «sólo» una novela de ciencia ficción?

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