LA CANCIÓN DE KALI, Dan Simmons

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Algunos lugares son demasiado perversos para que se tolere su existencia. Algunas ciudades son demasiado ponzoñosas para poderlas soportar. Calcuta es una de ellas. Antes de Calcuta me hubiera reído ante semejante idea. Antes de Calcuta no creía en la maldad… Ciertamente no como una fuerza independiente de las acciones del hombre. Antes de Calcuta yo era un insensato«.

Así de contundente es el inicio de La canción de Kali (1985), de Dan Simmons, una novela espeluznante y magnética, aunque no la lectura más recomendable para alguien que esté a punto de viajar a la ciudad india de Calcuta.

Y sin embargo, se puede decir que Calcuta es escenario y a la vez protagonista de la truculenta historia que se cuenta en Song of Kali. En su día Simmons fue acusado de racista por esta obra. Si la hubiera escrito hoy no me quiero ni imaginar lo que se diría de él.

Como suele ser habitual, los inquisidores de turno no entendieron casi nada de lo que leyeron. Es algo que sucede muy a menudo, sobre todo en nuestra época: se juzgan las obras de ficción como si fuesen actos de la realidad, y se interpretan las acciones y las opiniones de los personajes como si fuesen pensamientos del propio autor.

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Pero no nos vayamos por las ramas. La canción de Kali es una obra donde el horror fantástico (el culto a la diosa Kali, su verdadero poder y su infinita maldad) se combina con el horror real: el de una ciudad, Calcuta, donde las palabras «pobreza» y «degradación» se quedan cortas para describir la realidad cotidiana, pues van mucho más allá de los estándares en los que nos movemos los occidentales.

La trama es simple: El protagonista, Robert Luczak, es enviado a Calcuta por la revista literaria estadounidense Other Voices con la misión de localizar un poema supuestamente escrito recientemente por un poeta legendario, M. Das. El interés de este documento radica en el hecho de que Das desapareció ocho años antes. Hasta ese momento, todo el mundo le daba por muerto.  La esposa india de Robert, Amrita, y su bebé, Victoria, le acompañan en su viaje.

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Dan Simmons

Luczak relata su aventura en primera persona. La narración es ágil y atrapa al lector rápidamente. Cada capítulo viene precedido de una cita poética sobre Calcuta, a cuál más tremebunda. He aquí un ejemplo:

«No hay paz en Calcuta; la sangre llama a medianoche. Sukanta Bhattacharjee”.

La sensación de desasosiego y amenaza constante domina todo el relato. Y empieza con la misma llegada de Luczak y su familia a Calcuta, en mitad de la noche, con la ciudad medio inundada y bajo la guía de un personaje inquietante llamado Krishna. Una ciudad sumida en un mar de miseria, caos, basura y violencia.

Buscando a M. Das nuestro protagonista se encuentra con que lo que él creía un mito es una terrible realidad: el culto a Kali, la diosa de la muerte y la destrucción. Hasta aquí se puede contar sin destripar la novela.

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Representación de la diosa Kali

El canto de Kali es una lectura que entretiene y en ocasiones incluso fascina, aunque también confieso que puede provocar cierta repugnancia. Leyendo esta novela, casi se puede sentir el hedor y palpar la inmundicia de los callejones de Calcuta. Es el gigantesco poder de la palabra escrita para transmitir sensaciones.

El único «pero» que se puede poner a la historia es un final que no acaba de resolver bien la trama y deja muchas cosas a la imaginación del lector. ¿Diseñó el autor este final de forma intencionada? Es una buena pregunta para formular a Dan Simmons.

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