Los aficionados a la novela policíaca conocen de sobra la saga del comisario Adamsberg, de la escritora francesa Fred Vargas. Y es en esta novela, El hombre de los círculos azules (1991), donde empiezan las aventuras de este singular policía.
Debo decir que yo descubrí la serie a través de la magnífica trilogía de relatos breves Fluye el Sena. Como soy una persona de orden me lancé a la lectura del primer volumen lleno de ilusión. Y tal vez con el listón de exigencia demasiado alto.
En las calles de París aparecen cada noche unos extraños círculos pintados en el suelo con tiza azul. Los círculos suelen rodear toda clase de desechos y objetos inservibles: una bombilla rota, una pinza, un envase de yogur… Pero todos ellos siempre vienen acompañados por una enigmática inscripción: «Victor, mala suerte, ¿qué haces fuera?»
Pintarrajear las calles no es un delito especialmente grave, pero al comisario Adamsberg su instinto le dice que detrás de estos círculos azules se esconde una conducta criminal.
«Un maníaco regula su universo casi al milímetro. Si no, no vale la pena tener una manía. Una manía se forma para organizar el mundo, para constreñirlo, para poseer lo imposible, para protegerse de él.»
Sus temores no tardan en confirmarse cuando aparece el cadáver de una persona asesinada en el interior de uno de estos círculos.
Son muchas las virtudes de esta novela, sobre todo para quienes admiramos el modo de relatar historias de Fred Vargas. Para empezar, la ciudad de París (la plus belle ville du monde) como escenario, siguiendo por el ritmo de la historia y los personajes estrafalarios que pueblan sus páginas.
El comisario Adamsberg
Pero hay que avisar de algo a quienes aún no conozcan al comisario Adamsberg: él no es como otros detectives literarios. Es un tipo anodino y aburrido, criado en los Pirineos y destinado a la gran ciudad, un territorio hostil en el que no acaba de sentirse a gusto.
«No necesitaba aislarse para estar solo».
Entre sus colegas tiene fama de raro, aunque viene acompañado de un espectacular historial de casos resueltos. Pero no nos engañemos: no se trata de un Poirot con una inteligencia privilegiada y brillantes dotes deductivas. Jean-Baptiste Adamsberg no deduce, sino intuye.
—Trato de reflexionar.
—¿Y a qué conclusiones llega?
—A ninguna, pero ya estoy acostumbrado.
Trabajar con presagios en lugar de pruebas e indicios es una anomalía que irrita y desconcierta a los colaboradores y subalternos del comisario, especialmente al borrachín de Danglard, policía de la vieja escuela. Todos están obligados a fiarse del olfato de su superior.
Como digo, cuando leí L’homme aux cercles bleus, venía de leer otras obras de la autora con las que había disfrutado mucho. Con esta también, aunque tuve la impresión de que abusaba un poco de las rarezas de sus personajes y que algunos de los diálogos se perdían en el absurdo.
Habrá que pensar que el estilo de Freda Vargas, del que me declaro fan, no estaba aún pulido del todo. En todo caso, la calidad va in crescendo en las novelas siguientes, dando como resultado una estupenda saga policíaca cuyos títulos iré reseñando por aquí.
…
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Conocí a Fred Vargas a través de esta novela y tengo que reconocer que, desde entonces, espero que publique como agua de mayo. Me encanta Jean-Baptiste Adamsberg, aunque también el resto del elenco (incluido el vecino). Y es bien cierto que la autora ha ido evolucionando, porque sus tramas cada vez son más enrevesadas y sus desenlaces una auténtica pasada. Nunca decepciona.
Un beso.
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No es una de las mejores de Fred Vargas, aunque sí bastante famosa.
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Sí, sinceramente las hay mejores, pero esta es donde «nace» Adamsberg, y eso no es poco.
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Coincido con tus apreciaciones…estoy ahora leyendo la novela. Si bien tiene cosas originales e interesantes, es evidente que luego ha ido puliendo su estilo y definiendo sus particularidades.
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Hola María Antonieta.
Me alegra ver que coincidimos. Sin duda las novelas posteriores de las serie van mejorando.
¡Un saludo!
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