Javier Cercas ha repetido miles de veces que Soldados de Salamina (2001) no es una novela sobre la Guerra Civil española. Tal vez su propósito original fuera ese, pero la realidad es que sí lo es.
El problema de esta temática, además del hartazgo que puede llegar a producir entre los lectores, es que por muy aséptico que el autor intente ser, siempre acaba hiriendo sensibilidades.
Eso es algo que resulta realmente anómalo, habida cuenta de que han pasado 80 años de aquello, tiempo suficiente para cerrar heridas. El título del libro, explicado por el propio Cercas en sus páginas, parece sugerirlo:
«Para muchos nuestra Guerra Civil es algo olvidado que pertenece a un pasado casi tan remoto como las batallas entre los griegos y los persas, les pilla tan lejos como la batalla de Salamina».
Y sin embargo, después de tanto tiempo y sabiendo que aquel mundo viejo ya no existe, parte de nuestra sociedad sigue padeciendo ese mal conocido como guerracivilismo. Pero esa es una cuestión que queda fuera del negociado de este blog.

Las tres partes de la novela
Dicho esto, es justo destacar a Soldados de Salamina como una novela llena de virtudes, empezando por su original planteamiento.
El personaje central, que narra la historia en primera persona, es el propio Cercas (o alguien muy parecido a él) y su obsesión por un episodio real acaecido durante los últimos días de la guerra:
El líder falangista Rafael Sánchez Mazas fue conducido junto a otros cincuenta presos a un claro del bosque cerca de El Collell (Gerona), para ser fusilado. Las balas no le alcanzan y huye, ocultándose en el bosque. Un soldado republicano da con él, pero por motivos desconocidos decide ignorar su presencia y salvarle así la vida.

La estructura de la novela en tres partes bien distintas, aunque complementarias, es sin duda uno de los grandes aciertos de esta obra. La segunda parte, titulada Soldados de Salamina, es donde se narran los hechos centrales de la historia: la detención de Sánchez Mazas, su cautiverio, el fusilamiento, la fuga, el episodio del miliciano y la ayuda que le prestan algunos humildes habitantes de una masía cercana, refugio y alimento para resistir hasta la llegada de los nacionales.
En la primera parte, Los amigos del bosque, se explica cómo Cercas tiene conocimiento por primera vez del episodio del fusilamiento fallido, iniciando así las pesquisas que le llevarán a averiguar la verdad y de paso poner fin a su crisis creativa como escritor.
Finalmente en la tercera parte (Cita en Stockton), es donde se resuelve el enigma del miliciano que perdona la vida a Sánchez Mazas. En esta parte de la novela, la mejor en mi opinión, encontramos un espectacular cameo del escritor chileno Roberto Bolaño y los brillantes diálogos entre Cercas y el personaje de Miralles en Dijon acerca de la vida, la guerra y los héroes.
«No pida perdón, joven. No ha hecho nada malo. Además, a su edad ya debería de haber aprendido que los hombres no piden perdón: hacen lo que hacen y dicen lo que dicen, y luego se aguantan.»

A mí, que de forma inconsciente debo sufrir alguna clase de guerracivilismo en grado menor, también me chirrían algunas de las reflexiones plasmadas por Cercas en esta novela, aunque comparto el espíritu general de la obra. Las historias de buenos y malos (da igual el bando que uno elija) siempre son fantasía.
Pero en conjunto, Soldados de Salamina es una magnífica y original novela merecedora del éxito y de todos los elogios que cosechó en su día.
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