Pista negra (2015), de Antonio Manzini es la primera piedra de la serie policíaca protagonizada por Rocco Schiavone, un personaje inmenso que no deja indiferente al lector: se le ama o se le odia.
Schiavone es un romano de pro trasladado a la fuerza a Val d’Aosta, en el norte del país, entre grandes montañas y paisajes nevados. Un lugar precioso, pero demasiado aburrido, pulcro y ordenado para su gusto. El «subjefe» (que nadie le llame comisario) se encuentra fuera de su elemento y no para de añorar a su querida, alegre y caótica Roma.
La única virtud de este destierro es que no ofrece muchas complicaciones. Schiavone lleva ya unos meses en su nuevo destino y no ha sucedido nada importante. Pero un día una máquina pisanieves encargada de alisar las pistas de esquí después de cada jornada tropieza con un inusual obstáculo en su camino: el cuerpo de un hombre (aún con vida) semienterrado en la nieve. El desdichado quedará literalmente hecho trizas entre las cuchillas de la máquina. La investigación desvela rápidamente que tras ese desagradable accidente hay evidencias de un asesinato. En palabras de Schiavone, «una tocada de cojones de nivel máximo».
Así es el inicio de una novela entretenida, fácil de leer y sin pretensiones con la que se puede pasar un buen rato.
Rocco Schiavone
Decía antes que Schiavone es un personaje inmenso porque realmente eclipsa a todos los demás que aparecen en la novela. Visceral, grosero, egoísta, mujeriego, arrogante… Demasiados aspectos negativos para poder empatizar con él, por mucho que pongamos en el otro extremo de la balanza su inteligencia y su particular código ético (que no le impide realizar ciertos trapicheos al margen de la ley para meterse dinero fresco en el bolsillo).
Pero a medida que uno avanza en la lectura y va descubriendo algunos detalles trágicos de la vida del subjefe, la mala opinión sobre él queda un tanto atenuada. En cierto modo, el héroe oscuro antipático y faltón se redime.
Nos faltan detalles de su biografía, desde luego. Algunos se dejan entrever en la narración y otros sólo se insinúan. Manzini escribió Pista Negra con la clara intención de iniciar una saga, así que decidió dosificar la información y dejar muchos asuntos para las siguientes entregas.

La novela me ha gustado y no me ha molestado en absoluto que el autor recurra al eterno cliché del choque cultural entre los serios italianos del norte y los desenfadados italianos del sur. Terroni versus Polentoni. Como español, entiendo también perfectamente el desencanto y el cabreo de los personajes hacia su clase política. Una suerte de fatalismo que parece inherente a estas latitudes, reflejando en esta conversación entre Schiavone y el juez Baldi:
«—¿Puedo darle un consejo? Cuanto menos se deje ver conmigo, mejor. Lo digo por el bien de su carrera y su futuro.
—¿Mi futuro? ¿Qué futuro, Schiavone? Estamos en Italia, ¿o no se ha dado cuenta?»
Otro gran atractivo de Pista Negra es el escenario donde se desarrolla la acción: Aosta y los pueblos de los alrededores, con preciosos paisajes alpinos dignos de una postal. Es una región de Italia que no he visitado y que, gracias a Manzini y Schiavone, he puesto en mi lista de viajes pendientes.
¿Personajes «montalbanizados»?
En cambio, sí me ha molestado un pelín (sólo un pelín, nada más) que Manzini haya copiado un poco a mi venerado Andrea Camilleri a la hora de construir los personajes de su novela.
Al igual que Salvo Montalbano, Schiavone es un tipo independiente, aunque bastante más maleducado y deshonesto. También la tormentosa relación del comisario siciliano y el forense Pasquano es sospechosamente parecida a la que el autor nos presenta entre el subjefe y Fumagalli. Incluso los secundarios del universo Schiavone me han parecido un poco «montalbanizados», especialmente los agentes Deruta y D’Intino, que pese a ello no alcanzan el grado de torpeza y humor del gran Catarella.
Son impresiones mías, nada más. Lo cierto es que a pesar de todo Pista Negra me ha parecido una lectura amena. Un buen comienzo para una serie policíaca que sin duda voy a seguir.
…
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Amo a Schiavone, cada libro mejor, un grande del gallo italiano
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Hasta ahora no me había animado a leerlo, pero ya me ha enganchado.
Un saludo.
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