CERDEÑA Y EL MAR, D. H. Lawrence

Con esta lectura viajamos en el espacio y el tiempo, al encuentro de la isla de Cerdeña tal y como la vio el escritor británico D.H. Lawrence hace cien años.

Cerdeña y el mar (1921) es un libro de viajes extraño y encantador. El autor lo escribió durante lo que él mismo llamó su «peregrinación salvaje», una huida por diferentes regiones del sur y el centro de Europa, lejos de una Inglaterra donde las puertas estaban cerradas para él.

D. H. Lawrence se encontraba residiendo en Sicilia junto a su esposa Frieda von Richtofen, a la que él se refiere en el libro usando el nombre de «abeja reina». La idea de recorrer Cerdeña no responde a otro motivo que el de «una absoluta necesidad de moverse»:

«¿Adónde, así pues? (…) Cerdeña, que no se parece a ningún otro lugar. Cerdeña, que no tiene historia, no tiene fechas, no tiene razas, no tiene nada que ofrecer. Sea Cerdeña».

En realidad, el relato no sólo abarca el recorrido por la propia Cerdeña, sino también el viaje de ida y de vuelta. lleno de observaciones interesantes. Su estancia es relativamente breve, apenas nueve días, viajando en trenes destartalados y primitivos autobuses por los viejos caminos de la isla. Tal vez no fueran el tiempo suficiente ni la manera adecuada para extraer conclusiones fiables sobre esa tierra, pero el autor insiste en que todo cuanto está escrito es su visión personal, nada más.

De hecho algo que irrita sobremanera a D. H. Lawrence, férreo defensor de su individualidad, es ser etiquetado continuamente por las personas con las que traba conversación. En mayor o menor medida, todos tienen un reproche hacia él, ya que él representa involuntariamente a Inglaterra. «Todo es culpa nuestra por ser ingleses», repite malhumorado.

La localidad de Nuoro fascinó a D. H. Lawrence, no así sus habitantes

Cerdeña de norte a sur

El mapa que ilustra la preciosa portada del libro, un dibujo realizado por el propio autor, nos sirve para seguir sus pasos por Cerdeña. De sur a norte, desde Cagliari hasta Terranova (la actual Olbia), pasando por el corazón montañoso de la isla.

La narración está llena de descripciones del portentoso paisaje sardo y abunda en los aspectos más admirables de sus gentes. La comparación entre sardos y sicilianos, o entre sardos y el resto de italianos, es constante. Y en ambas los habitantes de Cerdeña salen ganando a ojos del autor. La isla y sus habitantes conservan una esencia salvaje y pura, muy distinta de la del resto del país:

«No importa donde esté uno en Italia, (…) el lugar tiene un genio, un genus consciente. El hombre ha vivido en él y ha impuesto su consciencia y en cierto modo ha dado conciencia al lugar, le ha dado expresión, lo ha concluido».

Peor hay que decir también que D. H. Lawrence no escatima adjetivos ni detalles a la hora de quejarse de la falta de comodidades que encuentra en su camino (las sucias y frías posadas, la comida siempre escasa), así como de la rudeza y falta de educación de ciertos paisanos que observan a los extranjeros con una mezcla de curiosidad y burla. En cambio su esposa, la «abeja reina», es mucho más tolerante y positiva. Ella ejerce de perfecto contrapeso.

Frieda «la abeja reina», junto a D. H. Lawrence.

Ha pasado demasiado tiempo como para tomarnos Cerdeña y el mar como una guía turística de la isla al pie de la letra. Probablemente algunas costumbres e imágenes chocantes que se muestran en el relato pervivan aún, pero sólo como anécdotas o vestigios de un pasado casi olvidado.

Sin embargo, este relato viajero es muy interesante en tanto es un magnífico reflejo de la Italia de entreguerras, un país que se ha empobrecido a pesar de haber ganado la guerra, con una sociedad que se aferra a las tradiciones pero que también mira con cierta simpatía las nuevas corrientes «liberadoras» del socialismo y el fascismo.

Por último hay que señalar que algunas opiniones de D. H. Lawrence sobre los italianos, las mujeres, la familia o la pena de muerte no pasarían hoy por el tamiz de lo políticamente correcto. Curiosamente, ese es uno de los aspectos más valiosos del libro. El autor, aún siendo considerado un heterodoxo en su época, no deja de ser hijo de su tiempo.

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4 comentarios en “CERDEÑA Y EL MAR, D. H. Lawrence

  1. Tengo muchísimas ganas de viajar a Cerdeña y también a Córcega. De hecho tenía pensado hacerlo este año 2020 que se nos está yendo de esta manera miserable. Confío en que el bicho de marras se olvide de todos nosotros y nos permita retomar la vida anterior en lo posible. Tomo nota de este título de D.H. Lawrence para cuando pueda visitar Cerdeña.
    Un cordialísimo saludo, Daniel.

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  2. Hola Juan Carlos,
    Gracias por tu comentario.
    Yo también deseo de todo corazón que el bicho y todos podamos volver a hacer vida normal.
    No estoy seguro de que el libro de D.H. Lawrence te vaya a resultar útil como guía turística. Seguro que la Cerdeña que verás cuando al fin puedas viajar es muy distinta a la que él retrata. Yo tampoco te puedo decir mucho porque no conozco la isla (y eso que no la tengo tan lejos). Eso sí, con viajes o no de por medio, «Cerdeña y el mar » es una lectura muy interesante.
    Un saludo y mucha fuerza para todos.
    Daniel

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