LA LUNA DE PAPEL, Andrea Camilleri

Despedimos este año horrible con una nueva reseña sobre la serie Montalbano, la magnífica saga de Andrea Camilleri a la que siempre vale la pena regresar para quitarse el mal sabor de boca con el que nos obsequia la realidad cotidiana.

La Luna de papel (2005) es la novena novela de la saga, la cual por cierto se ha ido traduciendo y publicando en español de una forma un tanto caótica y desordenada.

De nuevo un caso misterioso, excesos gastronómicos, algunos destellos de humor y, de fondo, la incesante crisis de madurez de nuestro comisario. Salvo Montalbano recuerda en esta novela cómo su padre le contaba cuando era pequeño que la luna estaba en realidad hecha de papel. Y él se lo creía. ¿Cómo dudar de la palabra de tu propio padre?

Esta evocación del pasado no es casual. Dicen que cuanto más se aproxima uno a la vejez más diáfanos son los recuerdos de la niñez.

El padre de Montalbano es un personaje del que desconocemos casi todo. Supimos de su muerte en la tercera entrega de las serie, El ladrón de meriendas. Entonces, gravemente enfermo y consciente de su inminente final, quiere evitar a su hijo el sufrimiento de su agonía. Montalbano llega tarde al hospital. Su padre ha fallecido y él no puede perdonarse haberle dejado morir solo.

Entre la nostalgia y el paso inexorable del tiempo, en La Luna di carta encontramos a Montalbano ejerciendo de auténtico cascarrabias. En un momento dado teme que el lógico deterioro físico y mental que todos sufrimos con el paso de los años acabe convirtiéndole en un inútil.

«Cualquier día de tu vida tropiezas, te caes, te levantas y no ha pasado nada. Pero llega el día en que tropiezas, te caes y no puedes levantarte porque te rompiste el fémur. ¿Qué pasó? Pasó que cruzaste la frontera invisible que va de una edad a otra».

Como siempre, el mejor modo de alejar tan oscuros pensamientos es el trabajo. Por suerte, en Vigata siempre hay un asesinato o un crimen que resolver. Un día una mujer llega a la comisaría para denunciar la desaparición de su hermano, Angelo Pardo. Montalbano lo encontrará muerto con un disparo de revólver en la cara y en una postura poco decorosa: con la bragueta abierta y el pene asomando a través de ella.

Fotograma del episodio de la serie de televisión correspondiente a la historia de «La luna de papel».

En la vida de Angelo Pardo había dos hermosas mujeres: Michela Pardo, la hermana del difunto, y Elena Sclafani, la joven amante que buscaba en Angelo la pasión que al parecer no podía encontrar en su anciano e impotente marido.

¿Un crimen pasional? La resolución del caso no será tan sencilla. Montalbano pronto descubrirá que detrás de la muerte de Angelo hay una sórdida trama de narcotráfico y una historia de amor enfermiza. Para colmo, en sus indagaciones el comisario deberá enfrentarse a las pérfidas artes de dos mujeres manipuladoras y sensuales que pondrán a prueba su relación con Livia.

Pero Montalbano, si bien aún no tan viejo, ha vivido lo suficiente como para saber que la luna no está hecha de papel.

«Y el comisario comprendió que la tragedia, cuando se recita en el escenario, requiere ciertas poses y se pronuncia en voz alta. Pero cuando es profundamente cierta, se expresa con voz ruda y tiene gestos humildes. Sí, la humildad de la tragedia.»

¡Feliz año 2021 a todos!

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