
Aunque a las generaciones más jóvenes pueda parecerles ridículo, durante muchas décadas la posibilidad del fin del mundo en forma de guerra nuclear fue una amenaza muy real.
Más que una posibilidad era un escenario que muchos daban por seguro. De hecho, los episodios más tensos de la Guerra Fría parecían acercarnos más al abismo. Este sombrío horizonte estimuló la imaginación de muchos autores de ciencia ficción y al mismo tiempo pobló las pesadillas de muchas personas de todo el mundo.
Sirva esta introducción para entender mejor la magnífica novela de la que hablaremos hoy, La hora final (1957), de Nevil Shute, y cuál fue el impacto que tuvo en el momento de su publicación.
La acción nos sitúa directamente en un mundo postapocalíptico, una realidad que los personajes de la novela parecen negarse a aceptar: una guerra nuclear entre las grandes potencias ha destruido toda la vida en el hemisferio norte. Estados Unidos, China, la Unión Soviética, Europa entera… Todo ha sido aniquilado por los bombardeos y la radiación. Los únicos seres humanos vivos que quedan en el planeta se encuentran al sur. Como nuestros personajes, en Australia.
Sin embargo, ellos también tienen fecha de caducidad. Una gran nube radiactiva envuelve el planeta lenta e inexorablemente. Es cuestión de meses que alcance las últimas zonas «seguras».

Entre estos últimos supervivientes está Dwight Towers, capitán del submarino nuclear estadounidense USS Scorpion, refugiado en Australia tras la guerra. El marino se encuentra lejos de su hogar. Un hogar que ha dejado de existir, al igual que su familia y toda su vida anterior. En su destino australiano entablará una estrecha relación con Moira Davidson, un extraño romance que será un bonito canto del cisne en un mundo condenado a la extinción.
«Todas esas ciudades, todos esos campos y granjas, sin nadie y sin nada vivo. Simplemente no hay nada allí. Simplemente no puedo asimilarlo».
Las escasas ilusiones de encontrar supervivientes al norte de la línea del ecuador se desvanecen tras las expediciones del Scorpion. Por otra parte, la certeza de que la radiación llegará acabando con todo aliento de vida es tan angustiosa como desoladora.
Los personajes ante su destino final
Uno de los aspectos más interesantes de On the beach (ese es el título original en inglés) es precisamente cómo los personajes afrontan ese destino fatal. Mientras algunos se abandonan a la anarquía y caen en la desesperación, otros se quedan bloqueados en la negación, incapaces de aceptar la realidad.

También hay los que, sabedores de que el tiempo se les escapa, se entregan a sus pasiones y a tratar de cumplir con sus últimos proyectos. Como los locos de las carreras de coches, dispuestos a morir (¿qué mas da antes que después?) para proclamarse vencedores por una vez. Una actitud más respetable que la de los que eligen el alcoholismo o el suicidio.
«Si lo que dicen es correcto, ninguno de nosotros tendremos tiempo para hacer todo lo que teníamos planeado hacer. Pero podemos seguir haciéndolo mientras podamos».
Por último están los que se aferran al salvavidas psicológico que suponen la rutina y del sentido del deber. Seguirán cumpliendo con su trabajo y sus obligaciones hasta el último día, como el capitán Dwight Towers.
Incluso en 1957, año en que fue escrita La hora final, me pareció que la reacción de la sociedad en general ante la perspectiva del no-futuro es bastante cívica, dadas las circunstancias. Imposible imaginar algo así en nuestros días, donde cualquier pretexto parece ser válido para caer en la histeria o en el vandalismo.
La hora final es una novela sobrecogedora capaz de crear una creciente sensación opresiva en el lector. Una obra maravillosa, pero inundada de una desesperanza y una tristeza infinitas.
«Así es como termina el mundo. No con un estallido, sino con un gemido».
La pelÃcula tiene un reparto de lujo: Gregory Peck, Ava Gardner, Fred Astaire y Anthony Perkins, aunque es desoladora.
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El sáb, 26 jun 2021 a las 20:21, WordPress.com () escribió:
> Daniel Terrasa posted: » Aunque a las generaciones más jóvenes pueda > parecerles ridÃculo, durante muchas décadas la posibilidad del fin del > mundo en forma de guerra nuclear fue una amenaza muy real. Más que una > posibilidad era un escenario que muchos daban por seguro. De » >
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La conozco. Tienes razón: desoladora, igual que la novela.
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