LA COSTA DE LAS PIEDRAS, Alejandro Bosch

Acción, historia, amor e intriga. Y un escenario de verdadero lujo: Mallorca. Todo eso y mucho más es lo que encuentra el lector en La costa de las piedras (Editorial Dúplum), de Alejandro Bosch.

En la abrupta costa que se extiende al este de la Bahía de Palma se esconde una playa secreta. Un pequeño edén al que suele acudir Ron, nuestro protagonista. Allí conoce a Patricia, de la que se queda perdidamente enamorado, sin saber aún que ella le va a embarcar en una empresa apasionante: la búsqueda de un fabuloso tesoro.

Eso es uno de los motores de la novela: todo lo que una persona puede llegar a hacer cuando se enamora: estupideces y heroicidades. Ron, que comprende que su amor no es correspondido (al menos en el grado que él quisiera), acaba envuelto en una peligrosa pero fascinante aventura. Y de su mano, el lector también.

En busca del tesoro

Alejandro Bosch se esfuerza en mostrarnos las facetas más desconocidas de la isla, más allá de los tópicos de sol y playa. Son muchos los atractivos que a menudo pasan desapercibidos para la mayoría de turistas, entre ellos la larga historia que Mallorca carga a sus espaldas. Y, aunque la acción transcurre en el presente, en La costa de las piedras todo gira en torno a uno de los periodos más interesantes de la isla: la conquista cristiana, entre 1229 y 1231.

La llegada de Jaime I, que habitualmente se explica de un modo aséptico e idealizado, fue en realidad una masacre típica de la época. Muchos musulmanes huyeron para salvar sus vidas y, los más poderosos, como el gobernador Abu Yahya, escondieron sus riquezas esperando regresar un día para recuperarlas. Tinajas repletas de besantes de oro ocultas en alguna recóndita cueva junto al mar.

Si el amor es lo que mueve a Ron, parece que es la codicia lo que mueve a otros personajes de la novela. Hay otros jugadores en la partida, gente sin escrúpulos, capaz de cualquier cosa para dar con el oro.

Ron, en cambio, va en busca de dos tesoros: el oro real y el otro gran tesoro, mucho más valioso para él, que es el amor de Patricia.

Mallorquines

Hay algunos aspectos narrativos a destacar de esta entretenida novela. Para empezar, el narrador es el propio Ron, quien nos conduce a lo largo de la trama en primera persona, enriqueciendo el relato con agudas observaciones (no exentas de humor) y didácticas explicaciones. Me gustaron especialmente las que tratan de ahondar en el carácter de los mallorquines. Por ejemplo:

«Muchos mallorquines somos así, apocados, culpables de cualquier cosa, nos creemos insignificantes».

O esta otra, relativa a la febril actividad turística estival, cuando cedemos a los visitantes el protagonismo en las calles, los mercados y las playas, asumiendo resignados nuestro papel secundario:

«Los mallorquines hemos aprendido a vivir en la sombra»

Para un mallorquín como yo, leer sobre la isla es un arma de doble filo, pues inevitablemente las expectativas son más altas. Sin embargo, en La costa de las piedras no solamente me he encontrado con un retrato fiel de esta tierra, sino que además he aprendido cosas nuevas que ignoraba. Y, sobre todo, me lo he pasado en grande con una historia que engancha desde la primera página.

Pero que nadie piense que se trata de una novela localista. En realidad, los temas que aborda son universales. Así que si quieres sentir la brisa marina en tu cara, disfrutar del verano mediterráneo y sumergirte en una lectura llena de intriga y emociones, esta es una magnífica oportunidad:

LA COSTA DE LAS PIEDRAS, Alejandro Bosch

4 comentarios en “LA COSTA DE LAS PIEDRAS, Alejandro Bosch

  1. Hace unos meses me leí «Pan de limón con semillas de amapola» y me entraron unas ganas locas de volver a Mallorca. Por cierto, ¿la conoces?
    La verdad es que hace años que no piso la isla. Si esta novela es como la pintas, me la voy a descargar así voy alimentando las ganas de mi próximo viaje.
    Saludos

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    1. Vaya, y yo que creía que solamente leías novelas policiacas… Pues te animo a leerte ‘La costa de las piedras’. Ya me contarás qué te ha parecido.
      Un saludo y espero verte algún día por la isla.

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