MENSAJEROS DE LA OSCURIDAD, Alicia Giménez Bartlett

Las novelas de la serie de la inspectora Petra Delicado son entretenidas y fáciles de leer. Además, tienen la virtud de arrancarnos algunas risas, incluso cuando el tema central es especialmente truculento, como en el caso de Mensajeros de la Oscuridad (1999), de Alicia Giménez Bartlett.

Esta tercera entrega de la serie empieza muy fuerte: la inspectora recibe por correo una serie de paquetes cuyo contenido es tan repulsivo como inquietante: penes amputados. Cada nuevo envío sume un poco más a la policía en la confusión. ¿Qué significa todo esto? ¿Quién es el autor o autora de estos macabros envíos? ¿Dónde están los cadáveres mutilados?

Sin apenas nada sólido sobre lo que indagar, la inspectora y su escudero Fermín Garzón se pasan media novela completamente desorientados hasta que, poco a poco, una terrorífica realidad se va perfilando ante sus ojos. Sin dar más datos que puedan destripar esta buena novela policíaca, diremos solamente que nos encontramos ante las actividades de una peligrosa secta y una pista que llevara a nuestros protagonistas hasta la lejana y gélida Rusia.

Hay un momento de la novela en la que la investigación parece naufragar. Un río que se seca antes de llegar al mar. Sin embargo, la perseverancia de la inspectora y su fino olfato reconducen la situación. Ese carácter indomable de Petra Delicado queda bien reflejado en algunas de las escenas finales, que realmente cortan el aliento. Y cortan algo más*.

«Estoy harta de la diplomacia, de dar buena imagen y de aparentar. Lo único que me interesa en este momento es acabar con ese jodido caso de una puta vez.»

Mensajeros de la oscuridad tiene muchos ingredientes que hacen de ella una lectura interesante. La autora sigue explotando con éxito la exitosa fórmula de los personajes principales, antagonistas pero compañeros, Petra y Fermín. Toda una pareja. El mal humor de ella, sus comentarios sarcásticos y su impulsividad desesperan al subinspector, que es un policía y caballero de la vieja escuela. Pero es innegable que su tándem funciona.

El estilo narrativo de Alicia Giménez Bartlett me parece muy atractivo, es ágil pero no innecesariamente frívolo. Sirve para explicar todo lo que hay que explicar, pero insertando reflexiones y digresiones que encajan en la narración de forma muy natural. Por otra parte, los toques de humor (algunos diálogos entre Petra y Garzón son impagables) ofrecen un interesante contraste en medio de los momentos más graves de la trama. Todo en conjunto da como resultado novelas tan entretenidas como esta.

Como siempre suelo decir al referirme a Andrea Camilleri y su personaje Salvo Montalbano, las novelas de Giménez Bartlett tal vez no sea alta literatura, pero qué buenos ratos nos regalan.

(*) Esto ha sido casi un spoiler.

Aunque he escrito esto con todo el cariño, aconsejo leer otra reseña de esta novela, que está mucho mejor escrita: la que firma Beatriz en su blog Aurisecular.

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