EL DESIERTO DE LOS TÁRTAROS, Dino Buzzati

Uno sabe que ha tenido en sus manos una obra maestra cuando lo que lee le acompaña durante años en sus pensamientos y reflexiones. Se puede leer El desierto de los tártaros (1940), de Dino Buzzati, en un par de tardes, pero la digestión de este libro puede durar toda una vida. Entiéndase esto como un elogio mayúsculo.

Me atrevo a decir que son muy pocos lectores que no se sientan identificados en algún momento con el protagonista, el teniente Giovanni Drogo, en su fallida búsqueda de la gloria. Muy pocos los que no vean reflejados en él sus propias dudas, anhelos y decepciones.

Drogo ha sido destinado a prestar servicio en una fortaleza lejana y olvidada, Fort Bastiani. Este baluarte se alza en las montañas, frente al frío y nebuloso desierto de los tártaros, desde donde se espera que llegue en algún momento la invasión enemiga. Para los oficiales apostados allí, esta es una oportunidad para brillar, para escribir el gran capítulo de sus vidas. Y eso es lo que va a retener allí al joven Drogo, por mucho espanto y rechazo que aquel lugar desolado despierte en él.

Pero la guerra nunca llega. Pasan los años entre el tedio y la vana esperanza, con la mirada siempre fija en el horizonte, tratando de divisar al enemigo invisible. Mientras, la familia, los amigos y los amores de juventud del exterior se desvanecen lentamente. El mundo fuera de las murallas va olvidándose poco a poco de Drogo.

«La vida le parecía inagotable, obstinada ilusión, aunque la juventud ya había comenzado a ajarse».

El desierto de los tártaros nos ofrece una visión alegórica del paso de la vida, de cómo nuestras ilusiones y nuestros sueños se alejan de nosotros sin que podamos hacer nada. O de como se nos escapan porque no tenemos el coraje ni el acierto de hacer algo para evitarlo. Tempus fugit.

La tragedia de Drogo puede ser también la de cualquiera de nosotros. Como dijo John Lennon: “la vida es eso que pasa mientras estamos haciendo otros planes”. El tiempo pasa y no regresa. Dejamos pasar trenes que ya no volverán. Optamos por la espera, la inacción y la rutina, esperando el advenimiento de ese golpe de suerte, esa recompensa que la vida nos debe y que, por justicia, un día llegará.

Cuando finalmente suena la alarma, Drogo es demasiado viejo, está enfermo y se siente muy solo. Será entonces cuando comprenderá cómo ha desperdiciado su existencia. Sin embargo, en lugar de caer en la desesperación, hallará la paz consigo mismo. Y aquí es cuando el lector inevitablemente se interrogará acerca de su propia vida y tal vez se cuestionará algunas de sus decisiones del pasado.

Dino Buzzati (1906-1972)

No vale la pena perder el tiempo buscando Fort Bastiani en el mapa, porque no existe. Ni dedicar tiempo a tratar de averiguar en qué época o circunstancias históricas se desarrolla la historia contada en El desierto de los tártaros. Todo esto no es más que un simple decorado. Eso sí, un imponente escenario formado por reductos, escalinatas, pasarelas, cumbres nevadas, estrechas ventanas que se asoman al vacío y extensas soledades.

En cambio, sí vale la pena leer esta maravilla y enfrentarse al espejo que Dino Buzzati puso ante sus lectores, los de entonces y los de ahora. Eso es precisamente lo que pasa con las obras que se alejan de las banalidades y se atreven a abordar los temas eternos. Lectura cinco estrellas.

4 comentarios en “EL DESIERTO DE LOS TÁRTAROS, Dino Buzzati

  1. El tema de la fugacidad de la vida, de la necesidad de aprovechar el tiempo antes de que se nos escape, es asunto común a y frecuente en la literatura. Yo acabo de leer a Joan Didion dos de sus libros de no ficción, uno dedicado a su marido, muerto inesperadamente, y otro a su hija fallecida unos veinte más tarde de enfermedad incurable. Al fin y a la postre estas dos reflexiones llevan a la escritora a verse a sí misma en proceso de degradación vital, de envejecimiento imposible de detener, de vida que se le escapa porque ha transcurrido a grandísima e injusta velocidad.
    Tengo «El desierto de los tártaros» apuntado para leerla desde hace ya ni sé el tiempo. Esta muy buena reseña tuya me la ha recordado y reavivado mi deseo.
    Un fuerte abrazo, Daniel

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    1. Hola Juan Carlos,
      Gracias por tu comentario y sobre todo por tu referencia a esos libros de Joan Didion, los voy a tener que buscar. Como dices, el tema del tiempo que se va y no vuelve es un asunto que trasciende la literatura y que nos atormenta a todos antes o después. No tanto cuando uno es joven y tiene toda la vida por delante, como se suele decir, sino cuando se alcanza cierta edad. Puede llegar a convertirse en una obsesión. Te lo dice uno que ya peina canas 😉
      Un abrazo.
      Daniel

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