Desde que leyera en su día la maravillosa Nos vemos allá arriba, quedé convertido en un seguidor incondicional de Pierre Lemaitre. Adoro sus historias truculentas y su capacidad de sorprender al lector. También le perdono sus excesos, que no puedo negar.
Todo eso está presente en Recursos inhumanos (2010). En esta historia, nos encontramos con un protagonista con el que rápidamente vamos a empatizar: Alain Delambre, un hombre de 57 años que ha trabajado toda su vida como ejecutivo, pero que lleva varios años sin trabajo. Su realidad laboral es desoladora y la precariedad económica amenaza ahora a su familia. Y, sin embargo, no se resigna a su situación. Es un luchador.
Un día, una gran empresa se interesa por su candidatura. Contra todo pronóstico, Alain supera con éxito entrevistas y pruebas. Ya solo queda un último paso para ser contratado y poner fin a su pesadilla: debe participar en un extraño juego de rol, un simulacro de toma de rehenes cuyo objetivo es evaluar el comportamiento humano en situaciones extremas y la capacidad de mantener la lealtad a la empresa.
Todo parece sencillo sobre el papel, pero nada saldrá como está previsto. En realidad, nada es como parece ser al principio, pero no podría contar aquí más detalles sin destripar la novela, que está repleta de giros inesperados.
Un descenso a los infiernos

La novela está inspirada en un hecho real, en un juego de rol que la empresa France Télévisions Publicité realizó un con sus empleados y que, como en la ficción de Lemaitre, también acabó en desastre. Pero lo que se plantea en Recursos inhumanos va más allá y se adentra en la exploración de los límites de la dignidad humana.
«Es duro avergonzarse de uno mismo ante sus propios hijos»
En esta obra hay una fuerte carga de crítica social. Es el descenso a los infiernos de Alain, un trabajador condenado al ostracismo por las reglas del mercado laboral, abocado (como tantos otros) a desempeñar trabajos indignos de supervivencia, humillado y vencido.
Lemaitre construye así un antihéroe que representa la clase media europea. Un hombre superado por su propia desesperación que, cegado por el objetivo de volver a trabajar como sea, encadena una serie de errores fatales. Como dijo el propio autor en una entrevista a propósito de esta novela: «Las culpas son colectivas, pero los dramas son individuales».
«Nunca antes mi edad me había dado tanto miedo»
Hablando de los valores literarios de la novela, hay que destacar sobre todo el predominio de la acción. Todo el tiempo suceden cosas, no se da un respiro al lector. En el fondo, es una translación de lo que pasa por la mente del protagonista: Alain Delambre no puede permitirse ni un solo descanso, pues un simple momento de debilidad puede significar perderlo todo.

Formalmente, el drama se desarrolla en tres actos: antes, durante y después del juego de rol. La primera y la tercera están narradas en primera persona por el propio Delambre; la parte intermedia está vista desde los ojos de la persona encargada de dirigir el juego, David Fontana. Esta forma de plantear la narración tiene la virtud de dejar para el final lo que pensaba el protagonista durante los hechos centrales que tienen lugar durante la peculiar prueba.
Otra grandeza de la novela está en los personajes. Sobre todo Alain y Nicole, su esposa. Ambos han sido construidos contra la adversidad. El lector casi puede sentir el creciente peso del miedo, la culpa y la desesperación que carga el protagonista. Despierta en nosotros lástima y solidaridad, pero también cierto rechazo, sobre todo a causa de algunas de sus decisiones que tendrán fatales consecuencias para su familia. Pero, ¿cómo juzgarle? Al fin y al cabo, ¿cómo actuaríamos nosotros sometidos a esas mismas circunstancias?
Para mí, lo mejor que ha escrito Lemaitre. Un saludo
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Podría ser, aunque no lo he leído todo de él.
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