Los perros de la guerra (1974), de Frederick Forsyth, es una novela que refleja bien un mundo que ya no existe, al menos no de la manera en que existió. La historia que cuenta se enmarca en la triste y desgarradora realidad del África postcolonial, abandonada en manos de crueles dictadores y cuyas riquezas siguieron controladas por las grandes potencias.
En los años 60 y 70 operaron en el continente africano numerosos grupos de mercenarios blancos de diversas nacionalidades. Ex-soldados profesionales, siempre al servicio de los intereses más oscuros. O del mejor pagador. Ellos son los protagonistas de esta novela.
La acción transcurre en la ficticia República de Zangaro, localizada en algún lugar del África occidental. Allí se encuentra la Montaña de Cristal, donde es descubierto un fabuloso yacimiento de platino. Esta información, guardada bajo el máximo de los secretos, llega a los oídos de un respetable y despiadado hombre de negocios de la City londinense: Sir James Manson, quien urde un plan para hacerse con esa inmensa riqueza.
La jugada de Manson consiste en organizar una operación militar privada para deponer al dictador actual, Jean Kimba, y colocar a otro que le permita explotar libremente los tesoros de la Montaña de Cristal. Para hacer el trabajo sucio, contrata a un grupo de mercenarios capitaneado por un veterano norirlandés llamado «Cat» Shannon.
Los mercenarios en África
Sin duda, lo más interesante de Dogs of War es descubrir el submundo de los mercenarios que participaron en tantos conflictos armados en África durante aquellas décadas convulsas. A pesar de ser poco más que delincuentes y asesinos con experiencias y orígenes distintos, Shannon y sus compañeros están unidos por un extraño vínculo de lealtad. Saben moverse en los bajos fondos, guardarse las espaldas. Y, sobre todo, conocen las «leyes» de la guerra en África.
«…había visto la misma actitud y sentido la misma impresión de amenaza producida por un africano de nivel cultural casi primitivo, provisto de un arma, investido de poder, totalmente imprevisible, con reacciones parecidas a las de una bomba de relojería».
La parte central de la novela se llama «Los cien días» y relata los preparativos de la intervención militar. Tiene pasajes muy interesantes donde se ilustran los medios opacos de mover el dinero para comprar armas, recursos y voluntades en el mundo civilizado, aunque la lectura se hace un poco lenta y pesada. Hace falta más acción.

Pero tras esta larga espera, llega por fin el clímax de la novela: la breve pero sangrienta invasión de Zangaro. No obstante, las cosas no salen exactamente como están previstas y el lector se encuentra con varias sorpresas.
Reflejo de la realidad
Forsyth conocía muy bien el tema que trata en su novela. Como periodista, cubrió en primera línea la Guerra de Biafra en 1970. Además, tuvo la oportunidad de conocer personalmente a algunos de los más famosos mercenarios (Mike Hoare, Bob Denard, Rolf Steiner y otros), a quienes él mismo describió como «personajes aterradores» y que aparecen mencionados de pasada en la novela.
Para documentar su obra, el autor se hizo pasar por el intermediario de gente poderosa que quería organizar un golpe de estado en Guinea Ecuatorial, obteniendo así valiosa información sobre el modo de actuar de los mercenarios, los «perros de la guerra».
Hay también una crítica abierta a los estados occidentales y su hipocresía respecto a los asuntos africanos. En cierto pasaje se menciona directamente al escasamente disimulado control militar ejercido por de Francia sobre sus ex-colonias, mientras que en otras partes simplemente se lamenta, en boca de Shannon, de la manipulación de la realidad y de la manera en que la historia es escrita:
Dios está al lado de los grandes batallones. Es el evangelio de los ricos y los poderosos, de los cínicos y los crédulos (…) Los grandes batallones ganan siempre, y la prensa seria lo aprueba siempre, y los infelices siempre se lo creen».
En resumen, una novela con ciertos altibajos, pero que logra mantener bien el interés del lector y que, además, ha envejecido muy bien como documento histórico que refleja una época muy concreta del mundo, tal vez no tan lejana.