Tenía muchas ganas de hincarle el diente a esta ucronía a la española: una historia alternativa en la que el vencedor de la Guerra Civil no es el ejército nacional, sino el republicano. En este punto es donde arranca En el día de hoy (1976), de Jesús Torbado.
El título hace referencia al inicio del famoso parte oficial de guerra del 1 de abril de 1939 que rezaba: «En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos. LA GUERRA HA TERMINADO».
Pues bien, en esta novela la guerra, en efecto, ha terminado, pero en esta realidad alternativa es Franco el derrotado. Y todo gracias a la ayuda internacional de británicos y franceses en la batalla del Ebro, la acción militar que a la postre desequilibrará la balanza a favor de uno de los bandos.
Sin duda la premisa es bastante atractiva, aunque el resultado final de la novela es, en mi humilde opinión, un tanto decepcionante. En el día de hoy fue escrita en 1976, con el cadáver del dictador aún caliente, y generó mucha polémica en su momento. Aún así, recibió el Premio Planeta que, como hemos podido comprobar al cabo de los años, tampoco es una garantía infalible de calidad literaria.
Los protagonistas históricos
De entrada, resulta muy atractivo ver cómo se mezclan los personajes ficticios con los reales: un Hemingway desatado buscando escenas para su próxima novela Madrid era una fiesta, La Pasionaria lanzando discursos enardecidos por la euforia de la victoria, un Franco derrotado en su apático exilio cubano, Serrano Súñer resignado a ejercer de gris traductor en Roma, el dictador portugués Salazar y su alergia a los claveles (guiño histórico), Indalecio Prieto tratando de poner orden en el caos, incapaz de contener a los exaltados y contentar de algún modo a la melé formada por las distintas facciones en las que se dividen los vencedores…
Pero al final resulta que hay demasiados personajes, cada cual con su cuota de protagonismo, en ocasiones claramente forzado. A veces no hace falta utilizar todos los ingredientes que hay en la cocina para preparar un buen plato. Menos es más.
Neutralidad
Es notable el afán de Torbado, fallecido por cierto este mismo año, por ofrecer una visión neutral, y en algunos aspectos incluso conciliadora, de esa tragedia nacional que supuso la Guerra Civil y de la que hoy algunos hablan con tanta ligereza. De nuevo hay que insistir en un detalle importante: En el día de hoy fue escrita en plena Transición. En esos años esa era la actitud más sensata. Hoy, más de 40 años después, parece que sembrar la discordia se ha vuelto a poner de moda. Sin duda, Torbado nos tenía a los españoles muy calados:
«Temo que los españoles no podrán olvidar esta guerra durante siglos (…) Incluso temo que no habrán quedado satisfechos con ella. Parece que nuestro destino es matarnos mutuamente. Una frágil chispa enciende con rapidez llamaradas de odio. Siempre ha sido así».
A pesar de los discursos acalorados y las frases lapidarias de algunos personajes, en la novela reina un tono contenido, pensado para no despertar el rechazo de unos o de otros. Muy loable, aunque por desgracia se trata de una misión imposible en estos lares, como ya señalé a propósito de Los cipreses creen en Dios.
Tendrá razón Indalecio Prieto, en cuya boca pone Torbado esta reflexión:
«A veces los hombres, por buena intención que tengan, no pueden vencer el odio. Y el odio ha sido generosamente sembrado en nuestra tierra. Es una hierba milenaria, robusta y firme»
¿Dónde está la trama?
Sí, la ucronía guerracivilista española prometía mucho, pero se queda en el intento. Una lástima. Puede que la dificultad de tratar un tema que hería tantas y tan variadas sensibilidades hiciera perder de vista al autor el objetivo de cualquier historia: entretener, emocionar, enganchar…

Los capítulos parecen una simple superposición de postales sin que se llegue a tejer una trama novelada coherente. Hay poca acción y muchos diálogos aburridos que no aportan nada. Falta chicha. A mitad de libro, yo me preguntaba qué demonios me quiere contar esta novela. Y para remate, todo se resuelve con un final que huele a improvisación por todas partes, con personajes que aparecen Deus ex machina a salvar la papeleta.
No desvelaré nada del desenlace, pero sí puedo adelantar que la ucronía al final no conduce al lector por el camino esperado. Parece como si Torbado quisiera transmitirnos que el sino de la II República era el de no perdurar. Y que nada ni nadie puede escapar de ninguna manera a su destino.
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En mi opinión y con un toque de sarcasmo diría que este libro parece una premonición o incluso un tratado a seguir por la izquierda española actual ya que pretenden criminalizar a la derecha eliminando calles y monumentos de nacionalistas e incluso desenterrar a Franco, a la vez que otorgan calles y ensalzan a republicanos a través de su memoria histórica selectiva. Por lo tanto yo diría que lamentablemente este és un tema muy actual.
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Leí esra novela en su día y la encontré muy aburrida.
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