David y Goliat en los océanos. El cazador de barcos (1978), de Justin Scott, es una trepidante novela de aventuras, una historia fascinante llena de escenas terribles y emocionantes.
Peter Hardin es un hombre con un solo objetivo en la vida: vengarse del Leviathan, el petrolero más grande del mundo. Ese es el monstruo de los océanos que arrolla a su pequeño velero cerca de las costas del sur de Inglaterra. Hardin consigue salvar su vida milagrosamente, no así su esposa, que desaparece para siempre en las frías aguas del Atlántico norte.
Tras superar las heridas físicas y psíquicas del desastre, el superviviente busca justicia, pero se topa con un muro infranqueable. El negocio del petróleo es demasiado lucrativo, las navieras son demasiado poderosas, hay demasiados intereses… No hay nada que hacer por la vía legal, así que Hardin, sediento de venganza, traza un plan enloquecido para acabar con el maldito barco, al que considera el asesino de su esposa.
Es una empresa destinada al fracaso, pero la trama se complica con juego de espías y con la aparición una inesperada aliada para Peter Hardin: la doctora Ajarutu Akanke.
Atravesando océanos
Los escenarios de El cazador de barcos (The shipkiller en su título original en inglés) son más de mar abierto que de tierra adentro: las costas de Cornualles, la desembocadura del Rin, el Canal de La mancha, el Atlántico sur con sus terribles vientos aulladores, el litoral africano, las cálidas aguas del Índico y las peligrosas y vigiladas rutas marítimas del Golfo Pérsico.

La obsesión de Hardin le llevará a enfrentarse a un formidable enemigo: el capitán Cedric Ogilvy. Este viejo y arrogante marinero parece ser el único capaz de gobernar el Leviathan. El impresionante pasaje en el que conduce el coloso por los complejos canales del puerto de Southampton demuestran su pericia. O su suerte. En todo caso, un hueso duro de roer.
Hay muchas otras escenas que ponen los pelos de punta al lector. En mi caso, me impresionó especialmente la que describe el trabajo de los mecánicos en el interior de los tanques vacíos de petróleo del barco, o la de Hardin desenredando la hélice de su maltrecha embarcación, siendo acosado pro las venenosas serpientes marinas del Golfo. Sí, hay grandes momentos que explican por qué la obra de Justin Scott sea la segunda novela de aventuras en el mar más vendida del mundo después de Moby Dick.
Toda la narración está repleta de expresiones marineras y terminología náutica que sin duda encantarán a los amantes de la navegación, aunque despistarán un poco a los de tierra firme. Leí una vez que fue esta novela la que inspiró a Pérez-Reverte (otro escritor y navegante de pro) a escribir «La carta esférica». De hecho, en ella incluye una cita de esta obra:
«Puedes hacer todo bien, estrictamente de acuerdo con el procedimiento, en el océano, y aun así te matará, pero si eres un buen navegante, al menos sabrás dónde estabas cuando moriste».
En definitiva, una de esas novelas para bebérselas de un trago. Para disfrutar del placer de la lectura, sentir la inmensidad y la fuerza de la naturaleza, estremecerse y emocionarse. Una historia extraordinaria que nos deja un montón de imágenes inolvidables en la mente.
¿Conseguirá Hardin acabar con el Leviathan? ¿Puede una hormiga aplastar un elefante? ¿Merece la pena intentarlo, siquiera planearlo? El desenlace, en las páginas de El cazador de barcos.
Soy de esos de tierra firme que se marean con la terminología náutica, lo que no impide que «Moby Dick» sea una de mis novelas favoritas. Es muy interesante el planteamiento de esta novela y por lo que cuentas no tiene desperdicio su desarrollo. La anoto para mis próximas lecturas, ya tengo ganas de conocer a este moderno capitán Ahab. Excelente reseña. Saludos 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola Juan. Apúntatela, que vale la pena.
¡Que pases un buen fin de semana!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me encantó en su momento. Curioso eso de ser la segunda novela náutica más vendida. Buena reseña (como siempre).
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola Antonio,
Sospecho que tú formas parte de esa selecta minoría de lectores capaces de disfrutar de una novela como esta en toda su dimensión. Yo debo confesar que me pierdo entre botavaras, cornamusas, obenques y trinquetes.
Un saludo y gracias por comentar.
Ah, y que sepas que tengo tu novela en el punto de mira. Justo en la proa 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola, a mi me fascinó la novela, con ella descubrí el género náutico y desde entonces todos los años leo algo. Este año he leído la carta esférica (que no me gustó tanto) y a Pierre Loti con el pescador de Islandia, que me ha fascinado.
Un saludo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola Pilar,
Yo también pienso que ‘El cazador de barcos’ es mejor que ‘La carta esférica’.
Me apunto tu recomendación de Pierre Loti y, ya que estamos hablando de marineros, no está mal recordar la magnífica novela de Ignacio Aldecoa, «Gran Sol». Seguro que la conoces. La tengo reseñada en el blog: https://humildelector.com/2018/03/01/gran-sol-ignacio-aldecoa/
Un saludo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pues no lo conocía, Daniel, te lo agradezco mucho. Y cualquier otra recomendación de este tipo de literatura que me quieras hacer será bienvenida, porque no es un género del que haya encontrado mucha información. ¡Un saludo!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Qué ganas me han entrado de leerla.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola Margharetta,
Espero que la disfrutes tanto como yo.
¡Un saludo!
Me gustaMe gusta