LAGO, Jean Echenoz

Cuando uno descubre un autor que le gusta, es lógico querer leer más de él. Primero se suele ir a por sus obras más conocidas; más adelante, se pone en el punto de mira las más lejanas en el tiempo o esas que han quedado eclipsadas por los grandes éxitos.

Ese es el proceso que yo seguí con Jean Echenoz. Deslumbrado por la refrescante originalidad de Me voy o Enviada especial, me atreví a probar suerte con una de sus primeras novelas: Lago (1989). Mi duda era: ¿Volvería a entusiasmarme como lo hice con sus otros libros?

Lac es una inusual novela de espías. Espionaje a la francesa, hay que advertirlo. El protagonista es Franck Chopin, entomólogo de profesión que de vez en cuando realiza trabajos puntuales para el coronel Seck, del servicio de inteligencia de Francia. Su misión ahora es la de vigilar los movimientos de un funcionario extranjero que se encuentra pasando unos días de descanso en un hotel de lujo situado a orillas de un lago, no lejos de París.

Parodiando la novela de espías

Bastan unas cuantas páginas para que el lector se dé cuenta de que Lago es una parodia del género de novela de espionaje. En este contexto hay que interpretar las descripciones excéntricas, detalladas y casi siempre irrelevantes de los escenarios y los personajes. Un planteamiento muy original, como casi todo lo que hace Echenoz.

Jean Ecnenoz

Tal vez la confusión que parece reinar en la narración sea un acto deliberado del autor, pero es también un recurso del que, en mi opinión, abusa. Esto provoca que hace que la trama descarrile en ocasiones, pareciendo que nos va a precipitar sin remedio hacia el aburrimiento.

Los geniales destellos de ironía, que sin duda son marca de la casa, me han parecido en esta ocasión insuficientes para salvar la novela. He llegado a tener la impresión de que la historia que se cuenta es un simple pretexto para que el autor se luzca con su inagotable panoplia de guiños, golpes de efecto, juegos de palabras y otras demostraciones de talento literario:

«Dietista de corazón, generalista por necesidad, Belsunce había sido antes residente ocasional del Parc Palace. Luego prestó algunos servicios, secando corizas, reduciendo esguinces, organizando dietas y prescribiendo sustancias enumeradas en la tabla B. Al observar que su carisma adelgazante se ejercía sin demasiada pérdida de ganancias en huéspedes gordos con altos ingresos, la administración del hotel había terminado ofreciéndole el puesto de médico oficial del establecimiento, convirtiendo la habitación contigua a la suya en un consultorio. El doctor pasaba allí consulta por las tardes, dedicando las mañanas a perfeccionar una nueva brazada en la piscina del Parc Palace. Y por la noche, en el bar, vaciaba su botella en compañía de sus opulentos pacientes empapados de Alexandra».

En resumen, lo mejor de Lago es el inimitable estilo narrativo de Echenoz, siempre brillante y cargado de fina ironía. Lo peor: una trama confusa, que parece que no llega a fluir hasta que no llegamos a la recta final, y unos personajes con los que el lector difícilmente puede llegar a empatizar. Luces y sombras. Y aun así, volveré a darle más oportunidades a este autor, al que desde luego sigo considerando uno de los más originales que he leído.

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