El pasado mes de marzo falleció mi amigo Juan Roig Millán, al que yo por alguna extraña razón, consideraba inmortal.

Inevitablemente, durante varios días estuve repasando mentalmente los momentos vividos con él recordé que en cierta ocasión me había hablado de un libro que le había entusiasmado: La piel fría (2002), de Albert Sánchez Piñol, del cual me había dicho que era algo distinto a todo lo que había leído hasta entonces.

Los mecanismos de la mente son extraños.  No sé si lo hice como una suerte de homenaje póstumo o por aferrarme a los buenos momentos compartidos. El caso es que me compré la novela y empecé a leerla con todos los sentidos puestos en ella.

A una remota isla del Atlántico Sur llega un nuevo experto en señales, nuestro protagonista: un revolucionario irlandés que huye de su tierra, en pleno conflicto con los ingleses. No hay rastro de la persona a la que tiene que sustituir. En la isla solo vive el farero, un austriaco huraño llamado Batís Caffó.

Bastará sólo una primera y terrorífica noche para que el recién llegado se dé cuenta que en la isla hay alguien más que él y el farero: un ejército de monstruos anfibios, los cicauta (o «carasapos», como los llama Caffó), asalta su precaria cabaña.

El faro y los monstruos

La novela es una historia de supervivencia y de dos hombres muy diferentes que, aunque se aborrecen mutuamente, se necesitan el uno al otro para sobrevivir en aquella tierra aislada e incomunicada. Codo con codo, contienen las acometidas cada vez más feroces de unos seres hostiles que parecen multiplicarse sin fin. El faro se convierte en una fortaleza, el último reducto humano ante la locura.

“Por más que me lo pregunto, por más que me interrogo, sólo puedo constatar una evidencia espantosa que todo lo invade: monstruos, monstruos y más monstruos. Nada que ver, nada que juzgar, nada que considerar”.

En el faro habita otro ser: Aneris, una hembra de la especie de los cicauta, una mascota que Caffó ha domesticado y a la cual usa también para sus desahogos sexuales.  El protagonista (anónimo durante toda la novela) se acercará a ella y descubrirá cosas asombrosas sobre sus enemigos, reflexionando entre el delirio y la lucidez.

Además de luchar por segur vivo, el protagonista trata de comprender. ¿Quiénes son esas criaturas? ¿Hay algo de humanidad en ellas o son solamente diablos del mar sin alma ni conciencia? Caffó en cambio parece empeñado en no pensar en nada, simplemente  resistir hasta la última bala y morir sin dejar de dar batalla.

“Los monstruos simplemente son. Mi único enemigo tenía un nombre y se llamaba Batís Caffó”

Con sabor a Verne

Sánchez Piñol mezcla el género de aventuras con el de la novela fantástica, añadiendo una dosis de fantasía, terror y aderezándolo todo con algunas interesantes reflexiones filosóficas. Y por extraño que parezca el resultado es óptimo, aunque entiendo que haya gente a quien esta mezcla no le haya gustado.

La historia engancha desde el primer momento. Tiene todo el sabor de las novelas de aventuras del siglo XIX, pero también una trama en la que se mezclan elementos fantásticos y de terror. La cantidad de reminiscencias literarias que uno puede encontrar en La piel fría es ingente: desde Robinson Crusoe a El faro del fin del mundo, de Julio Verne, pasando por el universo lovecraftiano. También encontré algunas similitudes inquietantes entre Batís Caffó y Oberlus, el protagonista de La Iguana, de Vázquez Figueroa. La guerra sin fin contra los cicauta se asemeja a la de Neville contra los vampiros en Soy Leyenda. , mientras que Caffó tiene mucho de Kurtz, de El corazón de las tinieblas. ¡Incluso el inicio me hizo pensar en el de la magistral Solaris! Todos esos guiños conducían a tantas de mis novelas favoritas…

Luego están los juegos de palabras, algunos evidentes como el de Batis Caffó (que no es precisamente un nombre germánico) y otros menos como Aneris, que es «sirena» al revés, o Cicauta, que es la inversión de aquàtic (la novela fue escrita originalmente en catalán con el título de La pell freda).

El final queda en suspenso, como abierto a una continuación que de momento no ha llegado y no parece que vaya a llegar. Lo que sí llegó es una adaptación cinematográfica horrorosa que no merece la pena ver.

Optar por la vida

Durante los días que me pasé leyendo La Piel fría no pude evitar acordarme de la persona que me la recomendó, por las razones que explico al inicio del post. «En efecto, la vida no es gran cosa», concluye el protagonista en cierta ocasión, pero sería injusto quedarse simplemente con esa frase resignada. Mejor esta otra:

«En este mundo hay dos tipos de actitudes: optar por la vida y optar por la muerte».

Juan Roig, caótico aventurero y soñador empedernido, escogió sin duda la segunda opción y a ella se aferró hasta su último día.

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